Por:
Carlos Ardila
Muy
seguramente algo tan necesario como funcional se te haya descompuesto, ¿un
electrodoméstico quizá?, ¿o tal vez tu PC?, una herramienta hoy casi
imprescindible, ¿o habrá sido el auto el que se te ha estropeado?; y ¿qué hacer
ante tales eventos? Intentar repararlos, ¿verdad?; sin embargo, ¿será lo más
indicado el tratar de arreglar los bienes descompuestos? Probablemente, sí, pero
de seguro en alguna que otra ocasión, mejor nos será reemplazarlos adquiriendo
otros nuevos en su lugar.
Nuestras
vidas integran unidades compuestas por una gran cantidad de
elementos materiales, sicológicos, emotivos y espirituales.
¿Te has
enfermado leve o gravemente? Desde luego que sí, ¿y qué has hecho ante ello?
Procurarte la atención necesaria para sanar, ¿te has sentido emocionalmente
afectado? Por supuesto que sí, e igual, has buscado liberarte de las presiones
perturbadoras que te hayan estado inquietando.
Y es que
al igual que todas las maquinarias sin excepción necesitan ser mantenidas,
nuestras vidas requieren del mantenimiento oportuno y constante para poder
seguir siendo funcionales.
¿Cómo te
sientes hoy en el aspecto espiritual de tu vida? ¿Requieres quizá de hacer
algunas reparaciones en cuanto a tu carácter desbordado?, ¿modificar tu actitud con relación a tu compromiso con el Señor y en el trato con los demás? ¿O hay
hábitos y actitudes dañinas y espiritualmente no apropiadas que en definitiva
debes desechar para adquirir otras nuevas que te permitan formar tu carácter en
Dios? (Cp. Efesios 4:22-32; Gálatas 4:19; 2:20; 3:27).
Sea que
requieras de realizar reparaciones o reemplazos, y de seguro siempre habrá algo
de ambas, apresúrate a hacerlas para funcionar mejor en tu propio beneficio y
en el de los demás a tu alrededor, y cuanto aún más importante, en función de
tu relación personal con el Señor.