NO SOLO DE PAN
Por: Carlos Ardila.
Claro es que una alimentación adecuada y bien balanceada, nos es indispensable para proveernos de la energía necesaria que hace posible el correcto funcionamiento de nuestros órganos, así como el normal desarrollo de nuestras capacidades cognitivas.
Desde luego, igualmente obvio es que, una alimentación deficiente e insuficiente, deriva en el desarrollo físico, mental y cognitivo anormal de aquellos que escasamente se alimentan, quienes, a raíz de su desnutrición, además podrían fallecer.
En el evangelio según Mateo leemos:
«Jesús le dijo:
—¡No! Las Escrituras dicen:
«La gente no vive solo de pan,
sino de cada palabra que sale de la boca de Dios»[a] (Mateo 4:4).
Desde el correcto punto de vista del Señor, la sobrevivencia del hombre, en el aspecto espiritual, solo puede ser garantizada, por la nutrición y el soporte que en este sentido nos provee la Palabra de Dios.
De hecho, para nuestro Salvador, el llevar a cabo su misión, era una necesidad espiritual tan básica, como lo es la alimentación material para nuestros cuerpos; con relación a ello, en el evangelio según Juan leemos:
«Entonces Jesús explicó:
—Mi alimento consiste en hacer la voluntad de Dios, quien me envió, y en terminar su obra» (Juan 4:34).
A fin de hacernos espiritualmente aún más fuertes, alimentémonos por medio de la leche espiritual, y atendamos oportunamente a nuestras responsabilidades espirituales, dándoles la centralidad que el Señor desea que les demos.
La Palabra de Dios nos dice:
«Trabajen, pero no por la comida que es perecedera, sino por la que permanece para vida eterna, la cual les dará el Hijo del hombre. Dios el Padre ha puesto sobre él su sello de aprobación» (Juan 6:27, NVI).
«Como bebés recién nacidos, deseen con ganas la leche espiritual pura para que crezcan a una experiencia plena de la salvación. Pidan a gritos ese alimento nutritivo ahora que han probado la bondad del Señor» (I de Pedro 2:2,3).
«Jesús les respondió:
—Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás (Juan 6:35).
Oremos:
Bendito Padre celestial, exaltamos tu nombre, y nos regocijamos en el precioso don de la salvación que tú nos has concedido, te damos gracias por la provisión del pan material, que de acuerdo a tu promesa, tú a diario nos brindas, y te rogamos que, por medio del pan espiritual que es tu Palabra, nos fortalezcas y nos ayudes a crecer espiritualmente, a fin de hacernos cada vez mejores para ti. En el nombre de Jesús, amén.