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lunes, 7 de octubre de 2019

PEQUEÑOS DETALLES, ¿LEGALISMOS? II


Por:
Carlos Ardila


     “Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó.  Y salió fuego de delante de Jehová, y los quemó, y murieron delante de Jehová. Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado.  Y Aarón calló” (Cp. Levítico 10:1-3).

     ¿Se agrada el Señor de todo cuánto hacemos en la intención de servirle? Desde luego que sí, pero por supuesto que no, ¿cómo es esto? Absolutamente, sí, cuando lo que hagamos sea de acuerdo a su voluntad, y enfáticamente no cuando aquello que llevemos a cabo esté basado en nuestros propios pareceres u opiniones y en contra vía de las instrucciones que hemos recibido de Él, mismas que fielmente debemos obedecer.

     ¿Qué fue lo que sucedió al ofrecer Nadad y Abiú incienso a Dios en la forma en la cual lo narrara   Moisés? Ellos de su iniciativa personal decidieron hacer algo contrario a las instrucciones divinas, a este desobediente proceder Moisés se refirió como a un fuego extraño que Él no había ordenado, actitud en virtud de la que fueron severamente castigados.

     Varias pudieron haber sido las razones que motivaron la disciplina de Dios sobre Nadab y Abiú, los dos hijos mayores del Sacerdote Aarón (Cp. Éxodo 24:1), probablemente el fuego no haya sido tomado del altar de acuerdo a la establecido en el ritual (Cp. Levítico 16:12) o que el incienso no se hubiera preparado haciendo uso de las especies aromáticas estipuladas e incluso pudo haber sucedido que lo ofrecieran fuera del horario indicado (Cp. Éxodo 30:7-9), cualquiera hayas la cuestión, lo cierto del caso es que ambos actuaron violando sus instrucciones y haciendo algo que Él nos les había ordenado. 

     Al tratar de agradar al Señor debemos siempre proceder de acuerdo a las instrucciones que acerca de su voluntad nos provee su Palabra, evidentemente muchas personas bien intencionadas quieren servir a Dios ignorando sus instrucciones, ante tal ignorancia ellas razonan: ¿Y cómo podría ser molesto lo que hacemos para Dios, si nuestro único fin es honrarlo, se fijará Él en esos pequeños detalles, es Él legalista? Esa sí que habría sido una buena pregunta para Nadab y Abiú, en cuanto a su respuesta no sabemos; sin embargo, bien clara fue la de Dios quien no es legalista sino soberano.

     Hagamos siempre todo de acuerdo a la voluntad del Señor, conozcámosla bien y sujetémonos a ella en lugar de intentar hacer que esta se adapte a nosotros y a nuestros modos y pareceres personales (Cp. Colosenses 3:17; I de Pedro 4:10,11; Juan 14:15).