CICATRICES
Por: Carlos Ardila.
Nos caemos o nos tiran, nos golpeamos contra el piso, lastimados, nos levantamos y seguimos adelante, nos vendamos las heridas, y pasados algunos días, notamos las cicatrices en nuestra piel.
Sufrimos, y nos preguntamos ¿por qué? Padecemos, fruto de nuestros propios errores, o eventualmente, debido a las acciones deliberadas o no intencionales de terceros en nuestro perjuicio, y algunas veces más, a raíz de los fenómenos naturales fuera de nuestro control.
En medio del sufrimiento, algunas personas culpan a Dios de su dolor; sin embargo, no es Él, de quien solo procede lo bueno, quien nos lo causa (Cp. Santiago 1:17; Jeremías 29:11).
Aunque Dios nos cuida y nos protege (Cp. Salmos 34:7), Él, quien nos ha hecho libres, algunas veces permite que nos equivoquemos y caigamos, o que otras personas nos lastimen; no obstante, sabe el Señor revertir y utilizar todo daño a nuestro favor, y por medio de la experiencia del dolor, nos madura y capacita para ayudar luego a los demás, su Palabra nos dice:
«Los justos podrán tropezar siete veces, pero volverán a levantarse.
En cambio, basta una sola calamidad para derribar al perverso»
(Proverbios 24:16).
«Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen [j] para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos» (Romanos 8:28).
«Él nos consuela en todas nuestras dificultades para que nosotros podamos consolar a otros. Cuando otros pasen por dificultades, podremos ofrecerles el mismo consuelo que Dios nos ha dado a nosotros» (II de Corintios 1:4).
Recuerda, a raíz de la experiencia del dolor, del caer y el levantarse, se forjó el carácter de las personas más fuertes, cuyos corazones, una vez heridos, pero sanados por el Señor, tienen cicatrices, que son, finalmente, marcas de valor, señales de resiliencia, y símbolos de superación personal y espiritual.
Oremos:
Maravilloso y bondadoso Dios de amor, gracias por tu ayuda, protección y consuelo en medio de las dificultades y el dolor que nos aflige, concédenos la serenidad y el valor para enfrentar la adversidad, y haznos sabios, fuertes y resilientes para seguir adelante, en procura de nuestra salvación. En el nombre de Jesús, amén.