Por:
Carlos Ardila
Como de
la creación, autoría o pertenencia de un alguien en particular son registradas
determinadas producciones representadas en artículos específicos acerca de los
cuales no es dejada duda alguna en cuanto a su origen, a la vez que mediante su
registro son preservados los intereses comerciales de sus autores, creadores o
inventores siendo restringida su comercialización a individuos diferentes a los
registrantes de los mismos.
Hemos
sido creados a la imagen de aquel quien nos introdujo en el mundo (Cp. Génesis
1:26,27); ahora, a diferencia del cómo dicho mundo reclama de su propiedad sus
producciones, nuestro creador solo nos registra como de su pertenencia al
otorgarle nosotros mismos dichos derechos mediante nuestra elección libre y
voluntaria por Él (Cp. I de Corintios 6:19; Efesios 1:13,14; II de Timoteo
2:19; Apocalipsis 7:3).
Bien nos
son sabidas tanto la corriente falsificación como la frecuente usurpación de
las marcas hechas en el mundo al fin ilícito del enriquecimiento de
inescrupulosos, quienes mediante la violación de los derechos de sus respectivos
creadores o inventores comercializan como buenos y originales sus productos
falsos; de manera similar, Satanás mediante el engaño ha cegado las mentes de
quienes han equívocamente elegido por él aceptando lo malo por lo bueno (Cp. II
de Corintios 4:4; Isaías 5:20), y les ha registrado como de su propiedad por producir
estos los frutos de su padre (Cp. Juan 8:44: 17:12; Apocalipsis 13: 16-18).
Siendo
que libre y voluntariamente hemos decidido pertenecer a quien es nuestro
creador, reproduzcamos en nosotros la imagen espiritual de nuestro hacedor al
vivir en santidad, de manera tal que al observar en nosotros el sello del
Espíritu pueda el mundo identificarnos como de la marca registrada de aquel que
nos creó (Cp. Efesios 1:13; I de Pedro 1:16).