Por: Carlos Ardila.
Las Sagradas Escrituras nos informan que nuestro Dios es Santo, es decir, absolutamente apartado del mal (Cp. I de Pedro 1:16).
Con relación al Señor Jesús, el Hijo de Dios, el Nuevo Testamento nos enseña que Él no hizo pecado ni se halló engaño en su boca (Cp. I de Pedro 2:22).
Ahora, si bien, el Señor Jesús fue amoroso y compasivo con los necesitados y los humildes, en contraste, su actitud fue severa con los orgullosos y los deshonestos (Cp. Juan 8:1-8; Juan 5:1-9; 6:1-13; Mateo 23:13-39; Marcos 11:15-19).
Respecto al carácter de Dios, y de Jesús, Dios hecho hombre, el texto sagrado nos enseña:
«Y él da gracia con generosidad. Como dicen las Escrituras:
Dios se opone a los orgullosos
pero da gracia a los humildes»[c] (Santiago 4:6).
Reproduzcamos en nosotros el carácter de Jesús, e imitemos su conducta.
Oremos:
Nuestro buen Padre Dios, te damos gracias por la vida y el carácter santo y ejemplar de nuestro Salvador, y te rogamos que le formes a Él en nuestros corazones, de un modo tal que, al encarar las diversas circunstancias que nos corresponde enfrentar, podamos actuar de acuerdo a tu voluntad. En el nombre del Señor Jesús, amén.