Copyright © Todos los derechos reservados por Carlos Ardila.

lunes, 7 de octubre de 2019

MI MEJOR ENEMIGO


Por:
Carlos Ardila

     Era ya avanzada la noche cuando fui a dormir, realmente me sentía cansado, había sido uno de mis días más difíciles; no suelo recordar mis sueños y los pocos que logró recordar muy pronto, en solo cuestión de algunos minutos los olvido; sin embargo, la pesadilla de esa noche jamás podré olvidarla, de hecho y de manera inusual en cuanto a mí, aquella turbadora visión se repetía frecuentemente trastornando mis descansos nocturnos. 

     En mis sueños me veía perseguido en medio de la vieja casona en la que me hallaba recluido, sensaciones de angustia me invadían al huir del enemigo levantado en armas contra mí, las imágenes oscuras que observaba me turbaban, luego sobresaltado despertaba, extrañamente al llegar la noche siguiente aunque con algo de temor anhelaba enlazar el sueño en la escena en la que siempre abruptamente se cortaba, quería poder distinguir con nitidez la imagen difusa de mi enemigo oculto entre las sombras y el tenue destello de luz a unos pocos pasos justo en frente de mí, ¿qué sería aquel resplandor?, inquietamente me preguntaba.

     Finalmente, al amanecer de una noche de aquellas, ya resignado y sin proponérmelo más, entrada la luz del día naciente, pude apreciar con claridad la antes borrosa imagen del siniestro personaje que oculto entre las sombras perseguía mi vida, en un instante, sorpresivamente, descubierto ante mis ojos, en el brillo del espejo del salón de la vieja casona, pude ver reflejado el rostro del enemigo, se trababa de mí.  

     Y es que todos sin excepción hemos sido perseguidos o así con o sin delirios febriles, nos hemos sentido; en el aspecto espiritual de nuestras vidas, generalmente es a nuestro perseguidor y enemigo en común Satanás, a quien solemos culpar de todos nuestros males, pero, ¿qué decir acerca de nuestras propias responsabilidades al resultar ser nosotros mismos nuestros mejores enemigos?, ¿qué decir cuándo nos traicionamos a nosotros mismos dañándonos al abandonar nuestros valores éticos y morales haciendo aquello que sabemos no deberíamos hacer? (Cp. Romanos 7:15-25).

     ¿Al ir por la vida como dormitando sin estar consciente de la lucha espiritual diaria? ¿Serás tú mismo tu mejor enemigo?, ¿si es así y ya identificado el enemigo, por qué no hacerlo a él, es decir, a ti mismo el mejor amigo de Jesús? (Cp. Efesios 6:10-12; Juan 15:14; 14:21).