Por:
Carlos Ardila
Nacido en
un pequeño planeta de la Vía Láctea, quizás para el resto del mundo, tan solo
uno de tantos entre los más de seis mil millones de habitantes de la tierra,
ello sin contar el gran número de personas que han existido antes de ti y las
que existirán en el futuro después de ti, público, anónimo o reconocido por
pocos, de humilde condición, rico o famoso, desapercibido o indiferente para
los demás a tu alrededor, eres conocido de alguien especialmente interesado en
ti y en tu bienestar personal.
Como
todos, tú has llegado al mundo y un día habrás de abandonarlo (Cp. Eclesiastés
3:2; Hebreos 9:27), durante el curso de tu vida has disfrutado y aún
disfrutarás de grandes satisfacciones, así como seguramente has tenido y aún
tendrás algunas frustraciones y decepciones, habrás reído y aún reirás más,
habrás llorado un poco o mucho y quizás llorarás aún más; la vida con sus
vaivenes nos pone en una u otra situación; pero, finalmente toda circunstancia,
sea positiva o negativa es tan solo temporal como lo es nuestra vida
también, la Palabra de Dios dice:
“El
hombre, como la hierba, son sus días; florece como la flor del campo
que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá
más. Pero la misericordia de Dios es desde la eternidad y hasta la eternidad
sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos, sobre los
que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos
por obra” (Cp. Salmos 103: 15-18).
Aunque
eres tan pequeño, un punto diminuto y temporal sobre la tierra, has sido
revestido por Dios de inmortalidad, y es que somos eternos, así nos ha hecho el
Señor; ahora, en términos de tiempo, lo que hará la diferencia entre los
cristianos fieles y las personas ateas, incrédulas e infieles a
Dios, será en dónde hemos de pasar nuestra eternidad; un día, después de
nuestra muerte física, Él llevará a algunos a su presencia y a otros los
excluirá de ella, su Palabra dice: “No os maravilléis de
esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros
oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de
vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de
condenación” (Cp. Juan 5: 28,29).
Siendo
conscientes de nuestra fragilidad y de la temporalidad de nuestras vidas sobre
la tierra, ¿no crees que deberías prepararte para la eternidad viviendo de una
manera obediente a Dios, quien aunque eres tan pequeño, te ha conocido desde
antes y se ha interesado de manera especial y personal en ti? El
Salmista escribió:
“Sobre ti
fui echado desde antes de nacer; Desde el vientre de mi
madre, tú eres mi Dios” (Cp. Salmos 22:10).
“Mi
embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas
que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Cp. Salmos 139:16).
Dios ha
dado a su Hijo en rescate por ti y por mí, su Palabra dice:
“Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna” (Cp. Juan 3:16), sí, vida eterna en
su presencia.
Aunque
eres tan pequeño, Dios se interesa de manera personal y especial en ti,
recuerda: en Jesús hay vida, poder y bendición, si aún no le has recibido, ven
tú ahora a Él, obedécele y serás salvo (Cp. Juan 1:12; 14:6; Hechos 4:12).