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lunes, 7 de octubre de 2019

LAS PEQUEÑAS COSAS DE LA VIDA


Por:
Carlos Ardila

     El amanecer, el atardecer, el pan en tu mesa, el abrazó de tus hijos, las atenciones de tu esposa, tu familia, la sonrisa y la comprensión de tus hermanos, tu buena salud, tu educación, el trabajo diario y el ir a tu cama en las noches cansado para luego disfrutar del descanso.

     ¡La felicidad tan anhelada! ¿Dónde encontrarla? ¿De qué depende esta? ¿De las grandes cosas? ¿De las muchas posesiones? ¿Del prestigio y de la fama? O ¿tienes tú en realidad en las desapercibidas cosas pequeñas de la vida razones suficientes para ser ahora mismo feliz sin saberlo?

     ¿Cuántos hijos de Dios, quizás más fieles que tú fallecieron ayer sin tener las oportunidades de servicio de las que tú hoy mismo disfrutas? Sin embargo, tú has visto un nuevo amanecer; un nuevo amanecer para llegado el atardecer poder ser en el Señor mejor, más sabio, más inteligente, más dedicado, más agradecido, mejor padre, mejor esposo, mejor hermano, mejor hijo de Dios.

     Ahora, ¿qué tal que te faltaran las tan pequeñas cosas que pasas desapercibidas? ¿Sabes cuántas personas ahora mismo en el mundo desfallecen a causa del hambre? ¿Has imaginado una vida si tus hijos? ¿Una vida sin tu esposa? ¿Sin tu familia? ¿Sin tu buena salud? ¿Sin tu apropiada educación? ¿Y el trabajo? ¿No es este el medio a través del cual hace Dios posible para ti tu sustento? ¿Sabes cuántas personas en el mundo hoy carecen de él? ¿Tienes idea de cuántas más no disponen de un techo sobre sus cabezas?

     ¡Cuánto más! Si ahora mismo disfrutas de las tantas bendiciones espirituales que el Señor ha puesto a tu disposición, ¿puedes imaginar una vida sin Él? ¿Sin su Santo Espíritu? ¿Sin tu servicio en el reino? ¿Sin la comunión de tus hermanos? ¿Sin hacer parte del grupo celestial de sus salvos por desatender al cuidado que de estas bendiciones debes ahora tener?

     Si has imaginado una vida sin tus muchas bendiciones, seguro finalmente abras podido notar que estas no te han resultado ser cosas tan pequeñas, aunque quizás sí desapercibidas o tal vez no lo suficientemente valoradas como para ser a su vez a plenitud disfrutadas.

     ¿Puedes ahora pensar en cuántas otras gigantescas pequeñeces has estado dejando de valorar para poder de ellas disfrutar tanto en tu vida material como en el necesario sentir espiritual? ¿No crees tener ya razones suficientes para ser tú ahora mismo feliz?

     ¡Y es qué tenemos tanto qué agradecer al Señor! ¡Su atención y sus muchas bendiciones bien podemos percibirlas a la vez que disfrutarlas a través de las aparentemente muy pequeñas cosas de la vida! Por tanto: ¡No dejemos de apreciarlas! (Cp. I de Tesalonicenses 5:16-18).