Por:
Carlos Ardila
El
amanecer, el atardecer, el pan en tu mesa, el abrazó de tus hijos, las
atenciones de tu esposa, tu familia, la sonrisa y la comprensión de tus
hermanos, tu buena salud, tu educación, el trabajo diario y el ir a tu cama en
las noches cansado para luego disfrutar del descanso.
¡La
felicidad tan anhelada! ¿Dónde encontrarla? ¿De qué depende esta? ¿De las
grandes cosas? ¿De las muchas posesiones? ¿Del prestigio y de la fama? O
¿tienes tú en realidad en las desapercibidas cosas pequeñas de la vida razones
suficientes para ser ahora mismo feliz sin saberlo?
¿Cuántos
hijos de Dios, quizás más fieles que tú fallecieron ayer sin tener las
oportunidades de servicio de las que tú hoy mismo disfrutas? Sin embargo, tú
has visto un nuevo amanecer; un nuevo amanecer para llegado el atardecer poder
ser en el Señor mejor, más sabio, más inteligente, más dedicado, más
agradecido, mejor padre, mejor esposo, mejor hermano, mejor hijo de Dios.
Ahora,
¿qué tal que te faltaran las tan pequeñas cosas que pasas desapercibidas?
¿Sabes cuántas personas ahora mismo en el mundo desfallecen a causa del hambre?
¿Has imaginado una vida si tus hijos? ¿Una vida sin tu esposa? ¿Sin tu familia?
¿Sin tu buena salud? ¿Sin tu apropiada educación? ¿Y el trabajo? ¿No
es este el medio a través del cual hace Dios posible para ti tu sustento?
¿Sabes cuántas personas en el mundo hoy carecen de él? ¿Tienes idea de cuántas
más no disponen de un techo sobre sus cabezas?
¡Cuánto
más! Si ahora mismo disfrutas de las tantas bendiciones espirituales que el
Señor ha puesto a tu disposición, ¿puedes imaginar una vida sin Él? ¿Sin su
Santo Espíritu? ¿Sin tu servicio en el reino? ¿Sin la comunión de tus hermanos?
¿Sin hacer parte del grupo celestial de sus salvos por desatender al cuidado
que de estas bendiciones debes ahora tener?
Si has
imaginado una vida sin tus muchas bendiciones, seguro finalmente abras podido
notar que estas no te han resultado ser cosas tan pequeñas, aunque quizás sí
desapercibidas o tal vez no lo suficientemente valoradas como para ser a su vez
a plenitud disfrutadas.
¿Puedes
ahora pensar en cuántas otras gigantescas pequeñeces has estado dejando de
valorar para poder de ellas disfrutar tanto en tu vida material como en el
necesario sentir espiritual? ¿No crees tener ya razones suficientes para ser tú
ahora mismo feliz?
¡Y es qué
tenemos tanto qué agradecer al Señor! ¡Su atención y sus muchas bendiciones
bien podemos percibirlas a la vez que disfrutarlas a través de las
aparentemente muy pequeñas cosas de la vida! Por tanto: ¡No dejemos de
apreciarlas! (Cp. I de Tesalonicenses 5:16-18).