Por:
Carlos Ardila
Te amo,
te extraño, espero verte pronto, añoro tanto tu presencia, te felicito por tan
extraordinarios logros, ¿podrías perdonarme?, Me eres tan querido y valioso,
¡estoy tan agradecido por todo cuanto has hecho en mi favor!, quisiera que
conozcas al Señor, ¡Ah, qué tiempo maravilloso ha sido el que hemos compartido
juntos durante el verano reciente!, ¡Estoy feliz! Lamento
decirte que mamá ha estado enferma, ¿podrías venir a verla pronto? No me he
estado sintiendo nada bien..., por tanto, me place darte hoy las más buenas
nuevas…
Mensajes
y expresiones de amor, nostalgias y añoranzas, congratulaciones y
arrepentimientos, felicidad e infelicidad, sueños, anhelos e
ilusiones, gratitud y reconocimiento, entre otros tantos
sentimientos, emociones, situaciones y circunstancias más escritos a
manera de cartas por remitentes a destinatarios ausentes y distantes en épocas
pasadas y enviados a través del correo convencional transportado de las más
diversas formas tardando días, semanas e inclusive meses en finalmente llegar
al lugar y a la persona de destino, nos remontan románticamente en el tiempo a
los años de los siglos idos.
Ahora y a
diferencia de en el pasado, ya hoy no nos es preciso, salvo en muy contadas
excepciones y en las más lejanas regiones, el hacer uso de palomas,
caballos, trenes, barcos y aviones para el traslado y la entrega del
correo mediante el cual las personas como seres fundamentalmente sociales
expresamos nuestros sentimientos y emociones… a quienes amamos o a aquellos
otros individuos con los que por una u otra razón nos relacionamos.
Efectivamente,
en el tiempo presente, el envío del correo para la expresión de nuestros sentimientos,
emociones, necesidades e informaciones, se reduce de días, semanas e
inclusive meses a tan solo unos pocos segundos a través del uso de los medios
masivos e inmediatos de comunicación entre los cuales sumados a otros varios
recursos más, bien podemos hacer mención de los emails y de los servicios de
mensajería instantánea de las redes sociales, así como de los mensajes
telefónicos de texto y las videoconferencias.
Ahora,
siendo que nuestros más queridos seres pueden leer y escuchar nuestros
sentimientos y emociones, sea que estén cerca o vivan lejos, ¡es más!, siendo
que nuestro soberano Dios es omnipresente y solo debemos pensar para
comunicarnos con Él ¿estamos diciéndoles a ellos y a Él lo mucho que les
amamos?, ¿lo arrepentidos que estamos?, ¿lo mucho que les agradecemos? ¡Mientras aún podamos decirlo!, comuniquemos sin demora a ellos y a Él nuestros
sentimientos y emociones, mañana ya no estarán e iremos nosotros mismos un día
ante el Señor para ser por Él juzgados (Cp. I de Tesalonicenses 5:16-8; Salmos
103; Mateo 6:12-14; I de Juan 1:9,10; II de Corintios 5:10).