Por:
Carlos Ardila
¿Te
gustan los números y los cálculos matemáticos? Sea que sí o sea no
te gusten considera por favor las siguientes cifras:
365 días,
8.760 horas, 525.600 minutos, y 31´536. 000 segundos son los que han
transcurrido durante cada año no bisiesto de tu vida, en tanto que 366 días,
8.784 horas, 527. 040 minutos y 31´622.400 segundos son los que has vivido por
cada año bisiesto de tu vida; ahora, sumados todos tus años de vida, ¿cuántos
son los días, horas, minutos y segundos que has vivido?, e inclusive, aunque
incierto (Cp. Santiago 4:13,15), considerando tus expectativas y el
promedio estimado de vida por persona en esta zona del mundo, ¿cuánto tiempo
más podrías vivir?
Del
tiempo que has vivido hasta ahora, ¿cuántas horas le has dedicado a tu trabajo
y a tu familia, a tu novia o a tu novio?, ¿cuántas horas has empleado en tus
estudios seculares?, ¿cuántas horas has dispuesto para tu recreación con tus
amigos, en el cine o en frente de tu computadora o de tu televisor?
Todo lo anterior ha tenido su lugar, ¿verdad? Seguramente que sí.
Son 168
las horas que comprende cada una de las semanas que Dios te da, de estas horas
semanales, ¿cuántas le has dedicado a Él durante el curso del año
inmediatamente anterior?, ¿cuántas serán las horas que te propondrás
dedicarle a tu crecimiento espiritual mediante el estudio de su Palabra y tu
asistencia a las reuniones de la iglesia en el transcurso del año que apenas
ayer empezó?
¿Has oído
algunos de los pretextos ofrecidos por quienes no quieren o no se proponen
hacer las cosas, pero que, sin embargo, desean quedar siempre bien con los
demás?, quizás los siguientes te sean familiares: ¡Lo siento, no he tenido
tiempo!, ¡se me ha complicado!, ¡mañana
sí!, ¡claro, trataré de ir!, entre otros muchos más;
ahora, ¿cuál es la excusa que para no dedicarle algo más de tu tiempo a Dios y
a tu crecimiento espiritual has estado esgrimiendo? (Cp. Lucas 9:57-62).
En el
nuevo año que el Señor nos da, démosle más de nuestro valioso tiempo
a Él, ¿no crees qué es más que justo y necesario?, o ¿esperaremos a
ya no tenerlo para tener que lamentar no habérselo dedicado? (Cp.
Eclesiastés 3: 1-15; Salmos 90:12; 1:1-3; Efesios 5:15-17).