Por:
Carlos Ardila
Y
“Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os
digo, que si tuviereis fe como un grano de
mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se
pasará; y nada os será imposible” (Cp. Mateo 17:20).
Debido al hecho de
ser un gran arbusto cuyas ramas se extienden desde su base y a la altura de entre tres y cuatro metros que
puede llegar a alcanzar y que favorece o protege del calor del sol, la mostaza
era generalmente plantada en los campos o en los jardines palestinos. Siendo
una de las semillas más pequeñas, la de mostaza solía ser empleada por los
judíos como un objeto representativo de las cosas más chicas e inclusive de las
consideradas insignificantes (Cp. Lucas 17:6; Mateo 17:20).
Se decía
además en los días del Señor al referirse los judíos a un determinado rabino
que este era un maestro quita montes implicando con ello que él poseía al
enseñar una destreza pedagógica tal que lograba remover los montes, es decir,
apartar de las mentes de sus discípulos los obstáculos que a manera de
preocupaciones u otras distracciones les pudieran estorbar para el
entendimiento de las enseñanzas que les eran trasmitidas.
A través
de esta imagen bien conocida por sus discípulos, el Maestro apuntaba a
fortalecer el poder de su fe que recién había fracasado al intentar ellos sin
éxito expulsar al demonio que poseía al hijo de un cierto hombre, siendo que ya
estos mismos en otras ocasiones exitosamente habían expulsado a los demonios
que poseían a algunas personas (Cp. Lucas 10:17-20).
Por su
poca fe habían los discípulos del Señor fallado en aquella ocasión, mas si
tuvieran de nuevo tal fe aunque fuese del tamaño de una diminuta semilla de
mostaza, podrían volver a remover cualquier monte, es decir, quitar de en medio
cualquier obstáculo que les impidiera el éxito en su servicio a Dios, por tanto,
y para fortalecerse ellos deberían ayunar y orar.
¿De
qué tamaño es tu fe? Recuerda que ella es el medio a través del cual nos
acercamos a Dios, con cuya ayuda podemos superar todo cuanto monte u obstáculo
se nos presente en el camino (Cp. Hebreos 11:6).
Si ya
antes los discípulos del Señor habían expulsado a otros demonios, no había
razón para creer que no pudieran haberlo hecho de nuevo; sin embargo, su fe
decayó aquella vez. Si ya antes hemos sido bendecidos por Dios, no
existe motivo alguno para pensar que no nos bendecirá aún más, por tanto, nunca
dudemos.
Que jamás
la incredulidad cuan alto monte se interponga entre Dios y nosotros, evitándonos
recibir sus bendiciones.