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lunes, 7 de octubre de 2019

ESTO PASARÁ TAMBIÉN


Por:
Carlos Ardila


     ¿No te está yendo tan bien como quisieras?, aún peor, ¿todo parece ser un caos a tu alrededor? Tal vez ahora mismo la frase que da título a esta breve reflexión no te producirá mayor consuelo, pero a la postre podrás comprobar que es muy cierta.

     ¿Por qué estabas preocupado hace tres años en un día como este y a esta misma hora? Difícilmente lo recuerdas, ¿verdad? Sea que puedas o no recordarlo con facilidad, claro es que tal situación ha quedado atrás.

     Tal vez hayas leído acerca de la vida de Job, de no ser así te animo a leer su historia en la Biblia, prosperidad, salud y bienestar le rodearon; sin embargo, un día las cosas cambiaron, todo lo perdió, muchos fueron sus males, pero aún mejor que su estado primero llegó a ser el postrero puesto que pese a sus muchas dificultades él siempre se sostuvo firme en su fe y agrado con su actitud a Dios quien mucho más le prosperó (Cp. Santiago 5:11; Job 42:12-17).

     ¿Cuál es la razón por la que sufrimos?, ¿es Dios quien nos envía y nos hace padecer nuestros males? Desde luego que no, el dolor que eventualmente nos sobreviene no es más que el producto de nuestras propias equivocaciones o el resultado de los hechos egoístas, irresponsables o malintencionados de otras personas o de la acción de los elementos naturales. En cuanto a la muerte y a la enfermedad, hemos de recordar que ellas no hacían parte del plan de Dios para el género humano, sino que estas surgieron fruto de la corrupción que entró al mundo después de la desobediencia del hombre en Edén (Cp. Génesis 2:17).

     Si hoy a causa del dolor de la enfermedad o del fracaso material temporal has pensado en desistir de tu fe en el Señor, si le culpas a Él de tu situación, si sientes que ya no posees las fuerzas para seguir adelante con tu vida, recuerda, esto pasará también y mañana volverás a sonreír (Cp. Isaías 40:28-31; 41:10; 26:3).

     “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío” (Cp. Salmos 42:11).