Por:
Carlos Ardila
¿No te
está yendo tan bien como quisieras?, aún peor, ¿todo parece ser un caos a tu
alrededor? Tal vez ahora mismo la frase que da título a esta breve reflexión no
te producirá mayor consuelo, pero a la postre podrás comprobar que es muy
cierta.
¿Por qué
estabas preocupado hace tres años en un día como este y a esta misma hora?
Difícilmente lo recuerdas, ¿verdad? Sea que puedas o no recordarlo con
facilidad, claro es que tal situación ha quedado atrás.
Tal vez
hayas leído acerca de la vida de Job, de no ser así te animo a leer su historia
en la Biblia, prosperidad, salud y bienestar le rodearon; sin embargo, un día
las cosas cambiaron, todo lo perdió, muchos fueron sus males, pero aún mejor
que su estado primero llegó a ser el postrero puesto que pese a sus muchas
dificultades él siempre se sostuvo firme en su fe y agrado con su actitud a
Dios quien mucho más le prosperó (Cp. Santiago 5:11; Job 42:12-17).
¿Cuál es
la razón por la que sufrimos?, ¿es Dios quien nos envía y nos hace padecer
nuestros males? Desde luego que no, el dolor que eventualmente nos sobreviene
no es más que el producto de nuestras propias equivocaciones o el resultado de
los hechos egoístas, irresponsables o malintencionados de otras personas o de
la acción de los elementos naturales. En cuanto a la muerte y a la enfermedad,
hemos de recordar que ellas no hacían parte del plan de Dios para el género
humano, sino que estas surgieron fruto de la corrupción que entró al mundo
después de la desobediencia del hombre en Edén (Cp. Génesis 2:17).
Si hoy a
causa del dolor de la enfermedad o del fracaso material temporal has pensado en
desistir de tu fe en el Señor, si le culpas a Él de tu situación, si sientes
que ya no posees las fuerzas para seguir adelante con tu vida, recuerda, esto
pasará también y mañana volverás a sonreír (Cp. Isaías 40:28-31; 41:10; 26:3).
“¿Por qué
te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios;
porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío” (Cp. Salmos 42:11).