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lunes, 7 de octubre de 2019

NO TE APAGUES



Por:
Carlos Ardila


     Llegadas las más bajas temperaturas del invierno argentino, hacemos uso de los diversos medios de calefacción de los que podemos disponer en nuestros hogares a la vez que nos vestimos con prendas apropiadas para la temporada a fin de conservar el confort de nuestra calidez corporal y evitar desde luego el resfrió y los demás problemas de salud que el frío nos podría ocasionar.  

     ¿Qué sería de nuestras vidas espirituales sin sentir en ellas el calor del amor del Señor, quien nos llena del confort de su consuelo y fortalece nuestro ser?  

     “Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras”? (Cp. Lucas 24:32).

    A través de las Sagradas Escrituras nuestro Dios nos da a conocer su voluntad y nos instruye en su camino, son ellas el medio a través del cual su Santo Espíritu lleva a cabo la obra de nuestra santificación (Cp. I de Pedro 2:2) y en contacto con ellas se enciende, se aviva y arde el fuego de nuestro amor hacia Él.

     El apóstol Pablo le escribió al joven evangelista Timoteo en los siguientes términos: “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (Cp. II de Timoteo 1:6).

     El fuego de su amor no debía jamás apagarse, él debería, por lo tanto, imprimir mayor fuerza a la acción de su servicio, como el fuego crece al arrojársele aún más material combustible, su comunión con el Señor crecería más y más en tanto conociera mejor su Palabra y ejercitara más y más sus sentidos espirituales a través de un más dedicado ministerio.

     Como ardía el corazón de los discípulos en el camino de Emaús, cuando el Señor resucitado les hablaba y les exponía las Sagradas Escrituras, arda aún más y más nuestro corazón y se acreciente nuestra fe a través del conocimiento de Dios por medio de su Palabra, leámosla más, meditemos aún más en ella y vivamos de acuerdo a los principios éticos y morales que ella nos inculca.

     “Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude” (Cp. Jeremías 20:9).

     No te apagues, que arda siempre en ti y en mí el fuego del poder de la Palabra de Dios de un modo tal que ella nos fortalezca, haciéndonos cada día más fieles a Él (Cp. I de Timoteo 3:14-17).