Por:
Carlos Ardila
Al
encender nuestros televisores y ver en ellos algunos de los tantos noticieros
amarillos que se trasmiten a diario y en todos los horarios llegan a nuestras
mentes una gran cantidad de imágenes y comentarios negativos que inciden desde
luego en nuestros estados de ánimo, puesto que en estos una y otra vez nos
repiten con insistencia la misma información no siempre veraz y a veces
distorsionada o sobredimensionada sobre la corrupción, los robos, las
violaciones y la violencia de género cotidiana, la inflación, la crisis
económica local y global, las protestas y las huelgas diarias entre otros
asuntos preocupantes más.
Naturalmente,
todos deseamos e inclusive necesitamos informarnos acerca de lo que sucede no
solo en nuestro entorno, sino en el mundo en general; ahora, si se trata de ver
la televisión a fin de divertirnos sanamente un poco nadie debería criticarnos, ya que es este nuestro derecho; sin embargo, reflexionemos por un instante y
pensemos: ¿es realmente edificante la televisión que vemos? Por supuesto, no
todos los programas televisivos son perjudiciales, no obstante la gran mayoría
de ellos, aun en los horarios familiares, contienen escenas violentas y
pornográficas, argumentos de traición y de venganza, vulgaridad y adulterio,
embriaguez y drogadicción además de la extravagancia y el escándalo del
espectáculo y el chisme farandulero local e internacional y lamentablemente una
gran apología del crimen, ya que en muchas series los villanos terminan siendo
los héroes que como modelos siguen algunos jóvenes (Cp. Gálatas 5:19-21).
Todo lo
anterior, sin contar con algo aún más grave, en varios espacios televisivos se
difama y ridiculiza el nombre de Dios.
¡Metidos
en el cajón de Satanás!, podría parecerle a alguien quizás un poco
fanático el título de la presente reflexión, no obstante este parecer no sería
más que tan solo una impresión, ya que real y evidentemente Él ha tomado el
control de una gran cantidad de espacios televisivos, ahora, en razón de ello
no sugiero en absoluto que rompas tu televisor o que jamás lo vuelvas a
encender ni veas programa alguno de televisión, mas si te animo a meditar:
Estando
en casa, ¿cuánto tiempo le dedicas tú a la conversación familiar?, ¿a la
lectura bíblica personal?, ¿a la oración y al estudio devocional?, tal vez no
es mucho, ¿verdad?, ¿no será este el espacio que le estarás dando de lleno al
cajón de Satanás? (Cp. I de Juan 2:15-17).
Informémonos
y tomemos precauciones ante la inseguridad, pero que a raíz de ella el enemigo
no nos robe la paz (Cp. Salmos 34:7), que al saber de la crisis financiera,
local e internacional, él no nos haga estresar (Cp. Mateo 6:33,34), elijamos
bien los programas que hemos de ver y desechemos la maldad reflejada en el
cajón de Satanás con la cual no debemos dejarnos contaminar (Cp. I de Juan
3:2,3).