Por:
Carlos Ardila
Cuando
todo parecía ir tan mal en tu vida, frente a las circunstancias que
obstaculizaron tus planes, impidiendo que se desarrollaran tal como tú los
habías propuesto, en esos instantes en los cuales tu existencia aparentaba ser
un perfecto caos y te sucedían las que juzgabas ser las más terribles cosas
quizás te habrás preguntado protestando: ¿por qué a mí?, ¿y
responsabilizaste incluso a Dios de tus males cuestionándole además
al pensar que te había dejado solo?
Sin
embargo, actuando Dios casi sin que lo percibieras dándote fortaleza para salir
adelante, finalmente superados con éxito los que pensabas ser los más
insuperables obstáculos, ¿orgulloso de ti mismo y de tu ingenio ya no te
preguntabas más por qué a mí?, o al salir avante ¿notaste la presencia de Dios
dirigiendo todo en tu favor?, ¿te percataste del hecho de haber resultado
aleccionado y fortalecido al librar los obstáculos?, después de la turbación
momentánea ¿pudiste constatar que Dios afirmó tu ánimo y que en calma guiado
por Él tuviste la suficiente lucidez como para buscar la solución a tus
problemas?, y al solucionarlos, agradecido, ¿le pediste perdón al Señor por tus
dudas, protestas y reclamos?
Ahora,
¿provoca Dios todas nuestras dificultades temporales? Desde luego
que no, estas se dan como el resultado de nuestros propios errores o
de las actuaciones de terceros e incluso fruto de las acciones
propias de algunos de los elementos de la naturaleza.
Piensa,
al sucederte las muchas cosas buenas que te acontecen a diario, te
preguntas: ¿por qué a mí?, ¿por qué soy tan bendecido?, ¿por qué el
Señor me provee?, ¿por qué Él me ha perdonado?, ¿por qué he sido redimido?,
y en gratitud ¿has glorificado su nombre por ello?
En medio
de las dificultades futuras, en lugar de perder tu calma y tu fe preguntándote
¿por qué a mí?, acusando al Señor, recuerda que Él, quien conserva siempre el
control por su amor está al pendiente de ti y hará que todo actué en tu favor,
incluso aquello que parezca negativo.
“Y
sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a
bien, esto es, a los que conforme a su propósito son
llamados”. “¿Qué, pues, diremos a esto? Si
Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Cp. Romanos
8:28,31).