Carlos Ardila
No dejes
de venir a la iglesia si en ella se habla acerca del pecado o de lo que esté
mal, sea en el aspecto moral o en el doctrinal, más bien piensa que tanto tú
como todos los demás debemos cambiar aquello en lo que estemos mal (Cp. II de
Timoteo 4:2-4; Ezequiel 3: 17-21; Hechos 3:19).
No dejes
de venir a la iglesia si crees que asisten allí demasiadas personas inmaduras e
imperfectas, más bien sé paciente y piensa que cómo tú todos nos esforzamos por
llegar a ser mejores (Cp. I de Juan 1:8-10; I de Corintios 6: 9-11).
No dejes
de venir a la iglesia si crees saber más de lo que el ministro y los demás
miembros saben de la Biblia, más bien muéstrate, humilde y recuerda que jamás
dejamos de aprender, por lo tanto, aprende un poco más de ellos y
enséñales a través de tu ejemplo (Cp. Romanos 12:3; I de Corintios 8:1;
13:4).
No dejes
de venir a la iglesia si en ella los demás no se adaptan a tus gustos,
preconceptos u opiniones, más bien piensa que en ella tanto tú como todos
debemos adaptarnos al modo y a la autoridad de la Palabra de Dios
(Cp. I de Pedro 4:11; I de Corintios 4:6).
No dejes
de venir a la iglesia si te parece que los demás no son tan amistosos contigo
ni corren a saludarte efusivamente cada vez que te ven, más bien toma tú la
iniciativa de ser amable para con todos (Cp. Filipenses 4:5).
No dejes
de venir a la iglesia si crees que tu servicio no es lo suficientemente
reconocido, más bien continúa sirviéndole al Señor, quien al final te
recompensará (Cp. Colosenses 3:32,24; Mateo 6:1-4).
Ten
presente, no existe una iglesia cuya membrecía sea perfecta, debemos asistir a
ella, esforzándonos por ser cada día mejores y procurando alentarnos mutuamente
al amor y a las buenas obras (Cp. Hebreos 10:23-25).
Ahora, si
existiera una iglesia cuya membrecía fuese perfecta, ¿qué te hace pensar que
serías admitido en ella siendo lo imperfecto e inmaduro que eres? (Cp. Romanos
5:8; Juan 6:37).
Aunque en
medio del mundo y quizás muy cerca de ti existen personas malvadas e
hipócritas, traicioneras, violentas y deshonestas, ¿has tú dejado estudiar en
tu colegio o en tu facultad?, ¿abandonaste tu trabajo?, ¿no has dejado de vivir
en sociedad para irte solo a morar como un ermitaño en un campo lejano? Y si lo
hicieras, ¿a quién le serías sal y luz allí? (Cp. Mateo 5:14-16).
Si quizás
las anteriores palabras te lastiman, ten por seguro que no ha sido la intención
de su autor el ofenderte, recuerda, nuestra salvación es personal, por lo
tanto, por favor, no te justifiques más en los demás para dejar de asistir a la
iglesia (Cp. Romanos 14: 12; II de Corintios 5:10).