Por:
Carlos Ardila
“Cuídate
de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos
y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y
edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y
la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se
enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra
de Egipto, de casa de servidumbre” (Cp. Deuteronomio 8:11-14).
Con
cierta facilidad algunas personas tienden a olvidarse de las bendiciones con
las cuales les favorece el Señor y cuán lamentable resulta ser esta actitud
ante sus ojos (Cp. Lucas 17:12-19).
En
general todos los hombres nos aseguramos de recordar nuestros compromisos, sean
estos laborales, académicos, familiares o sociales, agendas, calendarios,
recordatorios electrónicos y otros medios más nos ayudan a tenerlos presentes, puesto que no deseamos enfrentar las obvias consecuencias negativas que nos
haría padecer su incumplimiento.
Animándoles
a seguir, siéndole fieles a Dios, Moisés exhortó a los hijos de Israel a
mostrarse siempre agradecidos para con Él, no fuera que después de haber sido
liberados y prosperados por su mano poderosa en la tierra prometida,
ellos se olvidaran de la fuente de sus bendiciones.
Muchas
son las personas que se acercan a Dios en medio de las más adversas
circunstancias, mas una vez que Él generosamente les ha bendecido librándoles
de ellas, estas luego se enorgullecen y se olvidan de Él y se exaltan a sí
mismas como si por sus propias manos hubiesen hecho algo sin la ayuda divina.
Los hijos
de Israel continuarían siendo bendecidos, en tanto recordaran siempre su
fidelidad a los términos del pacto establecido entre ellos y su Dios, lo cual
de no hacer les encaminaría en dirección de su propia destrucción.
Si bien
cada quien de nosotros hemos decidido entregarnos al Señor, tal decisión
requiere de nuestra parte una constante confirmación que a través de acciones y
de actitudes cotidianas reflejen nuestro amor hacia Él.
De la
manera en la cual Dios, a través de su siervo Moisés, exhortó a cada uno de sus
hijos a ser agradecidos, hoy a cada quien de nosotros nos aconseja también
diciéndonos que nos acordemos de no olvidarnos de Él como la fuente de todas
nuestras bendiciones (Cp. Deuteronomio 8:11-20).