Estudio bíblico sobre:
EL PROBLEMA DEL PECADO
Por Carlos Ardila.
“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (I de Juan 3:4).
Se libra al interior de nuestro ser un conflicto permanente entre los designios o los deseos de la carne y los del Espíritu; así, estos se oponen entre sí para
que finalmente no hagamos el bien que anhelamos. "Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu
es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis" (Gálatas 5: 16,17).
Dicho conflicto real al interior de nuestro ser se da producto de la acción opositora de Satanás a nuestro Dios, a este respecto el apóstol Pablo señaló:"
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque
no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda
la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados
los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu,
que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos" (Efesios 6:10-18).
Satanás, nuestro enemigo anda por el mundo como un león rugiente buscando a quien devorar; sin embargo, bien lo podemos enfrentar y finalmente derrotar. Sed sobrios,
y velad; porque vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar (I de Pedro 5:8), Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros (Santiago 4:7).
Ahora, ¿cuáles son los efectos del pecado en mi vida?
"Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 6:23). Como bien nos lo indica el
apóstol, el efecto producido por el pecado en nuestras vidas es la muerte espiritual.
Y bien, ¿qué es o qué significado la muerte espiritual?
La palabra muerte básicamente significa separación, así como la muerte física es definida como la separación entre el espíritu y el cuerpo,
la muerte espiritual consiste en la separación temporal o eterna entre el Dios y el hombre a causa del pecado, he aquí algunos textos bíblicos útiles a la comprensión del concepto:
"Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta" (Santiago 2:26). "He aquí que no
se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar
de vosotros su rostro para no oír "(Isaías 59:1,2). "Los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder" (II de Tesalonicenses
1:9), nótese en estos textos el uso de las expresiones sin, división y exclusión, las cuales ofrecen una clara idea de separación, significado bíblico básico de la muerte.
Pero ¿Nacemos pecadores?
¿Es innata o natural la propensión al pecado?
Naturalmente que no, he aquí algunas afirmaciones bíblicas que claramente lo indican:
"El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre
él, y la impiedad del impío será sobre él" (Ezequiel 18:20). "Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su pecado" (Deuteronomio
24:16). "No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud" (Génesis 8:21).
¿Existe una ley natural o innata del pecado que nos fuerza a pecar? (Romanos 7: 7-25).
Por supuesto que no, una clara comprensión del pasaje en cuestión nos permite observar la lucha diaria entre el hombre interior, es decir, el hombre espiritual y el
natural, o sea la acción del hombre guiado y dominado por los deseos e instintos pecaminosos o contrarios a la voluntad expresa del Señor. Es así que el pecado es tan solo un hábito adquirido y
desarrollado en el tiempo en la medida en que hemos venido a tener el conocimiento de bien y del mal, habiendo optado eventualmente de manera voluntaria por el mal; notemos lo expresado por las Escrituras acerca de la forma
o la condición en la cual hemos sido creados y de cómo al ser instruidos por Dios acerca del bien y del mal, a voluntad, ocasional o permanentemente hemos optamos por el mal:
"Perfecto, eras en todos tus caminos, desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad" (Ezequiel 28:15).
¡Y si quiero hacer el bien! ¿Por qué razón soy tan tentado?
Como ya ha sido indicado, el pecado es una decisión del corazón, este llega a ser introducido y desarrollado como un hábito que de no ser oportunamente tratado
llegará a hacernos esclavos, a este respecto el Señor Jesús expresó: "De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo, es del pecado" (Juan 8:34).
Así, el proceso del pecado tiene su raíz u origen en los propios deseos del corazón del hombre, acerca de la concupiscencia o el fuerte deseo interior del hombre,
las Escrituras observan lo siguiente:
"Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los
que le aman. Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia o deseo
es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte" (Santiago 1:12-15).
¿Hay algo que yo pueda hacer para vencer la tentación?
Naturalmente que sí, quienes confiamos en el poder del Señor podremos ser por Él fortalecidos y así mismo ayudados:
"No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que
dará también juntamente con la tentación, la salida, para que podáis soportar" (I de Corintios 10:13)."Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades,
sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Hebreos
4:15,16).
¡Debemos vigilar y orar!
Al fin de ser fortalecidos y así mismo protegidos, se requiere la conciencia plena de la realidad del conflicto espiritual existente al interior de nuestro ser y del permanecer
vigilantes a la acción de Satanás para poder enfrentarlo:
"Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil" (Mateo 26:41). "Someteos,
pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros" (Santiago 4:7,8).
¿Por qué razón afirmó el Señor que la carne es débil?
Él estaba consciente de dicha debilidad por la influencia de Satanás en las mentes humanas en las cuales el hábito del pecado puede llegar a tener un efecto
adictivo o esclavizante (Juan 8:34).
Ahora, ¿cómo puedo ser fortalecido para poder superar la tentación?
El campo de batalla es la mente, es allí donde debemos propiciar y permitir la acción del Espíritu del Señor:
"Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Pues los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el
Espíritu, andemos también por el Espíritu" (Gálatas 5:18,25).
Dado que somos el producto o el resultado de nuestros pensamientos, debemos trabajar sobre la base de nuestra propia mente o corazón, acerca de ello la Palabra del Señor
nos indica:
"Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias" (Mateo 15:19).
Así, de un corazón, es decir, de una mente bajo la guía e influencia de Dios, no pueden surgir pensamientos y posteriores acciones pecaminosas, en este orden
es preciso guardar nuestras mentes libres de todas las influencias negativas posibles, creando un ambiente o un entorno sano en derredor nuestro:
"Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida" (Proverbios 4:23).
"Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna,
si algo digno de alabanza, en esto pensad" (Filipenses 4:8).
Si nuestros pensamientos son positivos, en consecuencia absolutamente lógica, nuestras acciones tenderán a serlo también.
¿Podrá Dios perdonarme todos mis pecados?
¿Existe una solución para los muchos pecados que ya he cometido?
Naturalmente que sí, a este respecto la Palabra del Señor nos dice: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:16).
A quienes hemos creído en el Señor Jesús y estamos dispuestos a seguirle obedeciéndole hasta el fin de nuestros días, la Palabra Dios nos indica:
"Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hechos
2:38). Mediante el ser bautizados podemos recibir el perdón de nuestras culpas y así mismo el don del Espíritu Santo, quien de allí en más será quien a través de su Palabra,
la Biblia, llene e influencie guiando nuestras vidas.
Y Bien, ¿el ser bautizado me garantiza recibir el poder para no volver a pecar jamás?
No, el bautismo nos da la oportunidad de reiniciar una relación nueva con Dios, no nos hace infalibles en manera alguna, lo cual es solo facultad de Dios; aun cuando querremos
no pecar ya más, eventualmente en algún momento nuevamente lo haremos, respecto a ello, el apóstol Juan nos indica:
"Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado, tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo. Y él
es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo" (I de Juan 2:1,2).
Se requiere de la decisión firme de continuar fieles en nuestra relación con Él, de ser así, su sangre continuará teniendo sobre nosotros el efecto
de un poder purificador permanente en el tiempo:
"Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado. Si decimos
que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad"
(I Juan 1:7-9).