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martes, 24 de septiembre de 2024

DIFÍCILES / DEVOCIONAL

 

DIFÍCILES

 Por: Carlos Ardila.

 

 

En la vida, independiente del cual sea el lugar en el que nos hallemos, seguramente, nos encontremos con personas, amorosas, amables, pacificas, honestas y simpáticas, y desde luego, con aquellas en las cuales resaltarán las características personales opuestas a las anteriores.

 

 

En lo relacional, si es que verdaderamente estamos comprometidos con el Señor, el amor para con los demás, ha de ser siempre el sentimiento que distintivamente refleje nuestra condición espiritual.

 

 

Antes de la venida de nuestro Salvador, estaba aún en vigencia la legitimidad de aborrecer cada quien a su enemigo, y de tomar venganza sobre él, en retribución por el daño que este había causado (Cp. Mateo 5:38, 43-45); sin embargo, ante esta actitud, dentro del marco del sermón del monte, el Señor Jesús, introdujo un principio superador, invitándonos al amor, dirigido inclusive hacia quienes a nuestro parecer no sean dignos de él (Cp. Mateo 5:46-48).

 

 

Es verdad que, hay personas a las que difícilmente podemos amar, y es justamente en esta dificultad en la cual reside el valor de nuestro esfuerzo para agradar al Señor, ¿sabes que tú y yo, antes de hacernos cristianos, éramos enemigos de nuestro Dios? (Cp. Romanos 5:10,11), y que pese a nuestras actitudes y acciones malvadas, contrarias a Él, nuestro Padre manifestó en Jesús, la máxima expresión de su amor para con nosotros (Cp. Juan 3:16,17; Romanos 5:8).

 

 

Tras de cada palabra, actitud o acción de las personas difíciles de amar en nuestra contra, en lugar de enfurecernos, procuremos ver la influencia perturbadora y desequilibrante de Satanás en sus mentes, misma con la que, quizás él influyó en nosotros, antes de haber recibido al Señor, quien cambió nuestro corazón, y tengamos misericordia de ellos, lo cual, nos hará entender el porqué de su conducta, y nos ayudará a amarlos.

 

 

¿Qué beneficio espiritual nos han de dejar la ira, el rencor y la sed de venganza? Ninguno, ¿verdad?, y, en cambio, sí, un enorme mal, que nos roba el gozo y la paz, enemistándonos además con el Señor (Cp. Mateo 6:14, 15; Romanos 12:14-21).

 

 

La Palabra de Dios nos dice:

 

 

«¡Amen a sus enemigos! Háganles bien. Presten sin esperar nada a cambio. Entonces su recompensa del cielo será grande, y se estarán comportando verdaderamente como hijos del Altísimo» (Lucas 6:35).

 

 

Oremos:

 

 

Perfecto Dios de amor, en humildad venimos hoy ante tu presencia, reconociendo que somos seres complejos y difíciles de entender e imperfectos, gracias por tu paciencia y comprensión, por tu bondad y tu ayuda, te rogamos buen Señor, que nos concedas toda la sabiduría y la mansedumbre necesarias para ser, como tú eres con nosotros, pacientes, comprensivos y bondadosos con las personas difíciles de sobrellevar, a quienes deseamos testificar de tu amor, de tu perdón y de tu Salvación. En el nombre de Jesús, amén.