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martes, 24 de septiembre de 2024

ESENCIA, GOZO Y PAZ / DEVOCIONAL

 ESENCIA, GOZO Y PAZ

 Por: Carlos Ardila.

 

 

Hay personas sencillamente encantadoras, amables, sinceras, humildes, respetuosas y prudentes, que con sus buenas formas y actitudes al hablar y en el trato personal, facilitan el fluir de las relaciones más cordiales, que nos alegran el corazón, en tanto que, tristemente y en contraste, existen otras, que dadas sus características personales, negativas, carnales, agresivas, altivas, hirientes e imprudentes, al expresarse, destilan veneno y amargura, y que, con su sola presencia y actitud, generan un ambiente de tensión.

 

 

La Palabra de Dios nos dice:

 

 

«Algunas personas hacen comentarios hirientes,

  pero las palabras del sabio traen alivio» (Proverbios 12:18).

 

 

Pero, ¿y cuál será la razón por la que algunas personas, al hablar, manifiestan tan malas actitudes y sentimientos? ¿Serán malvadas? Contundentemente, el Señor Jesús puntualizó que, de la abundancia del corazón, habla la boca (Cp. Lucas 6:45); sin embargo, desde luego, tras de todas nuestras actitudes o expresiones, subyace un trasfondo de formación, un buen o un mal ejemplo, algún trauma o dolor que nos ha marcado.

 

 

Un entendimiento de lo que puede haber dentro de un corazón roto o herido, afligido, amargado y confundido e influenciado por el poder perturbador del enemigo, nos puede aproximar a la comprensión de las razones por las cuales, algunas personas piensan, se expresan y actúan tan mal, en perjuicio de otras más, y lo que es aún más lamentable, lastimándose así mismas sin saberlo.

 

 

Ahora, por otro lado, al sufrir nosotros el impacto provocador y destructivo de las palabras y actitudes de las almas atormentadas, hay por lo menos tres cuestiones que debemos considerar: Jamás ceder a la provocación, ni responderle en el mismo tono y con la misma actitud a nuestros agresores, perdiendo así nuestra esencia espiritual (Cp. Proverbios 15:1; Romanos 12:17), nunca permitirle al enemigo, robarnos el gozo, y arrebatarnos nuestra paz por medio de ellas (Cp. I Tesalonicenses 5:16), y compasivos, perdonarlas y orar por su bienestar (Cp. Colosenses 3:13; Mateo 5:44). Una buena actitud de nuestra parte hacia ellas, quizás les ayudará (Cp. Mateo 5:14-16).

 

 

Oremos:

 

 

Nuestro buen Padre Dios, amoroso, misericordioso y comprensivo, nos gozamos en el precioso don de la Salvación que tú nos has concedido; amado Señor, te damos gracias por tu paciencia para con nosotros, y nos acercamos a ti para pedirte que nos perfecciones en el amor, en la comprensión y en la paciencia, a fin de poder ser bondadosos y compasivos en nuestras relaciones con otras personas más, considerando que, ellas, imperfectas, como lo somos nosotros mismos también, por una u otra razón, se pueden equivocar y actuar en nuestro perjuicio, circunstancia frente a la cual, te rogamos que no dejes perder nuestra esencia cristiana, y nos concedas conservar el gozo y la paz. En el nombre de Jesús, amén.

DIFÍCILES / DEVOCIONAL

 

DIFÍCILES

 Por: Carlos Ardila.

 

 

En la vida, independiente del cual sea el lugar en el que nos hallemos, seguramente, nos encontremos con personas, amorosas, amables, pacificas, honestas y simpáticas, y desde luego, con aquellas en las cuales resaltarán las características personales opuestas a las anteriores.

 

 

En lo relacional, si es que verdaderamente estamos comprometidos con el Señor, el amor para con los demás, ha de ser siempre el sentimiento que distintivamente refleje nuestra condición espiritual.

 

 

Antes de la venida de nuestro Salvador, estaba aún en vigencia la legitimidad de aborrecer cada quien a su enemigo, y de tomar venganza sobre él, en retribución por el daño que este había causado (Cp. Mateo 5:38, 43-45); sin embargo, ante esta actitud, dentro del marco del sermón del monte, el Señor Jesús, introdujo un principio superador, invitándonos al amor, dirigido inclusive hacia quienes a nuestro parecer no sean dignos de él (Cp. Mateo 5:46-48).

 

 

Es verdad que, hay personas a las que difícilmente podemos amar, y es justamente en esta dificultad en la cual reside el valor de nuestro esfuerzo para agradar al Señor, ¿sabes que tú y yo, antes de hacernos cristianos, éramos enemigos de nuestro Dios? (Cp. Romanos 5:10,11), y que pese a nuestras actitudes y acciones malvadas, contrarias a Él, nuestro Padre manifestó en Jesús, la máxima expresión de su amor para con nosotros (Cp. Juan 3:16,17; Romanos 5:8).

 

 

Tras de cada palabra, actitud o acción de las personas difíciles de amar en nuestra contra, en lugar de enfurecernos, procuremos ver la influencia perturbadora y desequilibrante de Satanás en sus mentes, misma con la que, quizás él influyó en nosotros, antes de haber recibido al Señor, quien cambió nuestro corazón, y tengamos misericordia de ellos, lo cual, nos hará entender el porqué de su conducta, y nos ayudará a amarlos.

 

 

¿Qué beneficio espiritual nos han de dejar la ira, el rencor y la sed de venganza? Ninguno, ¿verdad?, y, en cambio, sí, un enorme mal, que nos roba el gozo y la paz, enemistándonos además con el Señor (Cp. Mateo 6:14, 15; Romanos 12:14-21).

 

 

La Palabra de Dios nos dice:

 

 

«¡Amen a sus enemigos! Háganles bien. Presten sin esperar nada a cambio. Entonces su recompensa del cielo será grande, y se estarán comportando verdaderamente como hijos del Altísimo» (Lucas 6:35).

 

 

Oremos:

 

 

Perfecto Dios de amor, en humildad venimos hoy ante tu presencia, reconociendo que somos seres complejos y difíciles de entender e imperfectos, gracias por tu paciencia y comprensión, por tu bondad y tu ayuda, te rogamos buen Señor, que nos concedas toda la sabiduría y la mansedumbre necesarias para ser, como tú eres con nosotros, pacientes, comprensivos y bondadosos con las personas difíciles de sobrellevar, a quienes deseamos testificar de tu amor, de tu perdón y de tu Salvación. En el nombre de Jesús, amén.