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Por: Carlos Ardila.
«Atrapen todos los zorros,
esos zorros pequeños,
antes de que arruinen el viñedo del amor,
¡porque las vides están en flor!» (Cantares 2:15).
Por ser animales chicos, ágiles y astutos, los zorros, al descubrir pequeñas aberturas, entran con facilidad a los viñedos, y se comen los frutos, causando un gran perjuicio a los viñadores.
Algunos pensamientos y actitudes contrarias a la voluntad de Dios, que como a zorros pequeños, el enemigo con astucia y sutileza infiltra en nuestras mentes, cuando halla agujeros por medio de los cuales entrar en nosotros para influir en nuestro comportamiento, parecen ser tan solo cositas intrascendentes, insignificantes, y hasta divertidas, que en nada nos podrían perjudicar.
Una canita al aire, ¡vamos, quién lo sabrá!, unos cuantos tragos más no te harán mal, ¡total, no es cosa de todos los días!, dile que no estoy, ¡una mentirita blanca!, ¿a quién podrá perjudicar?
Sin embargo, el pecado, término antipático para algunas personas, que refiere a una violación de la ley de Dios, a menudo comienza por pequeñas infracciones, para luego hacerse un hábito, pasando a faltas bastante más llamativas (Cp. Juan 3:4; 5:16-18).
No solo debemos guardarnos de aquellas transgresiones que pueden llegar a resultar más grandes e impactantes, debemos esforzarnos por no darle lugar al enemigo, para infiltrar en nuestras mentes a los zorros pequeños, que pueden devorar el fruto espiritual que estemos produciendo, a este fin, cerremos todas las hendijas por donde ellos pudieran entrar.
Oremos:
Todopoderoso Dios, sean nuestros corazones inaccesibles fortalezas que nos libren de los sutiles ataques del enemigo, en el nombre de Jesús, amén.
