INFIDELIDAD
Por: Carlos Ardila.
Como hijos del Señor y miembros de su iglesia, simbólicamente, su esposa, debemos permanecer fieles a sus instrucciones, que constituyen los términos del pacto que Él ha establecido con nosotros y que han de regir nuestras vidas, cuando algún miembro del pueblo de Dios, en paralelo a sus acciones de adoración en su congregación, lleva a cabo actividades por medio de las cuales le rinde culto o veneración a otros seres diferentes a Él, o abraza otras formas de doctrina, ajenas a su Palabra, fornica, adultera espiritualmente, siéndole infiel al Señor (Cp. Éxodo 20:3-5; Hechos 4:12; I de Timoteo 2:5; Romanos 6:17).
En Jeremías 3:8, la Palabra de Dios nos dice:
«Vio[a] que me divorcié de la infiel Israel debido a su adulterio; pero Judá, esa hermana traicionera, no tuvo temor, y ahora ella también me ha dejado y se ha entregado a la prostitución».
Entre otras más, algunas de las palabras favoritas del enemigo y de quienes están influidas por él para tratar de hacernos sentir ridículos e irracionales, son: fanatismo, legalismo y radicalismo, términos mal usados por él y por sus instrumentos, y muy diferentes al que debe definir nuestra actitud de respeto, reverencia y fidelidad para con el Señor, y que denota el cuidado, la diligencia, y el esmero que debemos poner en las cosas del Señor, celo.
La Palabra de Dios nos dice:
«El celo por tu casa me ha consumido,
y los insultos de aquellos que te insultan han caído sobre mí» (Salmos 69:9. Cp. Juan 2:17).
Oremos:
Nuestro amoroso, todopoderoso, perfecto y misericordioso Padre Dios, tuya es la gloria y solo tú eres digno de adoración, en virtud de lo cual, te pedimos que nos concedas la sabiduría y la inteligencia necesarias para permanecer en ti y en tu Palabra, haciendo de ti el centro de nuestras vidas, sin inclinarnos ante nadie más. En el nombre de Jesús, amén.