Por: Carlos Ardila.
«¡Así que ustedes también deben estar alerta!, porque no saben qué día vendrá su Señor. Entiendan lo siguiente: si el dueño de una casa supiera exactamente a qué hora viene un ladrón, se mantendría alerta y no dejaría que asaltara su casa. Ustedes también deben estar preparados todo el tiempo, porque el Hijo del Hombre vendrá cuando menos lo esperen» (Mateo 24:42-44; cp. 23:37-39).
La figura del ladrón, usada por Jesús en esta parábola, refiriéndose a la entonces cercana destrucción de Jerusalén, fue usada además por el apóstol Pablo, con relación a la segunda venida del Señor (Cp. I de Tesalonicenses 5:2).
Dos voces de alerta, dos sucesos diferentes, el primero ya acontecido en el año setenta de nuestra era, cuando las fuerzas de ocupación romana comandadas por el general Tito, hijo del emperador Vespasiano, arrasaron la ciudad de Jerusalén, devastando además el templo de Herodes I el Grande allí localizado (Cp. Marcos 13:1,2; Mateo 23:37-39; 24:1,2; Lucas 21:5).
Sobre este primer acontecimiento, en Mateo 23:37-39, la Palabra de Dios nos dice:
«¡Oh Jerusalén, Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas y apedrea a los mensajeros de Dios! Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina protege a sus pollitos debajo de sus alas, pero no me dejaste. Y ahora, mira, tu casa está abandonada y desolada.[i] Pues te digo lo siguiente: no volverás a verme hasta que digas: “¡Bendiciones al que viene en el nombre del Señor!”[j]».
El segundo acontecimiento, al que se refiere específicamente el apóstol Pablo, por sucederse en el futuro, será el regreso del Hijo de Dios (Cp. I de Tesalonicenses 4:13-5: 11; II de Pedro 3:10-12).
Sobre este hecho, la segunda venida del Señor, en I de Tesalonicenses 5:1-7, la Palabra de Dios nos dice:
«Ahora bien, amados hermanos, con respecto a cómo y cuándo sucederá todo esto, en realidad no es necesario que les escribamos. Pues ustedes saben muy bien que el día del regreso del Señor llegará inesperadamente, como un ladrón en la noche. Cuando la gente esté diciendo: «Todo está tranquilo y seguro», entonces le caerá encima la catástrofe tan repentinamente como le vienen los dolores de parto a una mujer embarazada; y no habrá escapatoria posible. Pero ustedes, amados hermanos, no están a oscuras acerca de estos temas, y no serán sorprendidos cuando el día del Señor venga como un ladrón.[a] Pues todos ustedes son hijos de la luz y del día; no pertenecemos a la oscuridad y a la noche. Así que manténganse en guardia, no dormidos como los demás. Estén alerta y lúcidos. Es en la noche cuando la gente duerme y los bebedores se emborrachan».
Naturalmente, en esta parábola, Jesús no se asemeja a sí mismo a un ladrón, como a una persona de carácter malicioso, más bien, en esta corta ilustración, el Señor compara su segunda venida, con un hecho que ha de sucederse de manera repentina.
Así como un ladrón no avisa sobre su accionar, sino que toma por sorpresa a sus víctimas, el regreso del Señor, será repentino, sorpresivo, cuando quizás nadie lo espera.
Siendo que el Señor regresará, como un ladrón en la noche, no debemos relajarnos, ni apartarnos de la vida santa que desea el Señor que llevemos (Cp. Apocalipsis 22:12).
No podemos tomarnos vacaciones espirituales, para vivir practicando temporalmente las obras de la carne (Cp. II de Juan 2:15-17), ni debemos descuidar nuestras responsabilidades al servirle al Señor (Cp. Mateo 25:14-30).
Oremos:
Amado Dios, te damos gracias por nuestra preciosa Salvación, por favor, no permitas que, distraídos por las cosas de este mundo temporal, perdamos de vista nuestras responsabilidades espirituales, mantennos enfocados, alertas y activos a tu servicio, en el nombre del Señor Jesús, amén.