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martes, 24 de septiembre de 2024

OVEJAS / DEVOCIONAL

 

OVEJAS

 Por: Carlos Ardila.

 

 

Según las Escrituras, es Dios nuestro pastor, y somos nosotros, su pueblo, sus ovejas, con relación a ello, en el libro de los Salmos leemos:

 

 

«¡Reconozcan que el Señor es Dios!

 

  Él nos hizo, y le pertenecemos;[a]

  somos su pueblo, ovejas de su prado» (Salmos 100:3. Cp. Salmos 23:1-6; Juan 10:1-16).

 

 

Por la gracia del Señor, he podido hacer parte de varias congregaciones, dentro y fuera de mi país, y en ellas, me he desempeñado como ministro, es decir, como un siervo ocupado de diversas labores, entre ellas, la predicación y la enseñanza, la visitación, el evangelismo, la consejería y en algunas tareas administrativas, especialmente en lo referido a la tenencia y al manejo del dinero de las congregaciones.

 

 

Se diría, con verdad, que la misión fundamental de la iglesia, es la predicación del evangelio, el cual es el poder de Dios para la salvación del hombre (Cp. Efesios 3:20; Romanos 1:16).

 

 

Algunas congregaciones, especialmente, las de mayor membrecía y con más recursos económicos, están muy bien organizadas, de acuerdo al modelo que para la estructura organizacional de la iglesia local, nos provee el Nuevo Testamento, es decir, que ellas cuentan con evangelistas, pastores, maestros y diáconos (Cp. Efesios 4:11-16; I de Timoteo 3:1-13; Hechos 6:1-6).

 

 

Equivocadamente, en muchas iglesias, se cree que la tarea de la evangelización depende en exclusiva del evangelista, y en los comités de evangelismo, se piensa en «estrategias llamativas e innovadoras» y en grandes eventos para atraer a los no cristianos, y no digo que no deban hacerse; sin embargo:

 

 

Somos los cristianos, el pueblo Señor, las ovejas de su prado. ¿No se reproducen por sí mismas las ovejas? Aunque las apacienta y cuida el pastor, de su propia reproducción se encargan ellas por sí solas, así es que del crecimiento numérico de la iglesia, debemos ocuparnos todos los siervos del Señor, por lo que, según tengamos oportunidad, comprometidamente, comportamos el mensaje de salvación.

 

 

Oremos:

 

 

Nuestro buen Padre Dios, fiel, justo y verdadero Señor, nos regocijamos en el precioso don de la salvación que tú nos has concedido, al hacernos parte de tu pueblo y ovejas de tu prado, concédenos vivir comprometidos con la labor que nos has encomendado, y testificar de ti, exponiendo con amor, el mensaje del evangelio. En el nombre de Jesús, amén.