IDEALIZACIÓN Y HUMANIDAD
Por: Carlos Ardila.
La Palabra de Dios nos ofrece una amplia lista de los actos heroicos de algunos de sus más fieles, importantes y sobresalientes protagonistas, animándonos a seguir su ejemplo (Cp. Hebreos 11:1-40).
Ahora, ¿debiéramos nosotros idealizar a cada uno de estos valiosos personajes y olvidar su humanidad? Desde luego que no, puesto que a la par, y con total transparencia, el testimonio de las Escrituras, además, nos informa acerca de los desaciertos, pasiones y debilidades de varios de ellos, haciendo aún más creíble y confiable su relato.
¿Te has equivocado?, ¿caíste en pecado?, ¿te sientes débil?, ¿deprimido?, ¿desanimado?, ¿frustrado e impotente?, ¿decepcionado de tu trabajo para el Señor y de ti mismo? Pues bien, considera lo siguiente:
Aarón, hermano de Moisés e inicio del linaje sacerdotal, se equivocó y pecó contra Dios al hacer un becerro, ídolo de oro, y un altar para que este fuera adorado por el pueblo (Cp. Éxodo 32:4-6).
Moisés golpeó a la roca, en vez de hablarle a ella, como Dios se lo había ordenado (Cp. Números 20:1-13).
David adulteró con Betsabé, e hizo todo lo posible para ocultarlo, e incluso, fue el autor intelectual de la muerte de Urías, el esposo legítimo de su amante, para, con ello, intentar encubrir su pecado (Cp. II de Samuel 11).
Salomón se entregó de lleno a los placeres, y en contra de la voluntad del Señor, llegó a tener setecientas esposas y trescientas concubinas paganas e idólatras, que en su vejez influyeron sobre él para hacerle a él mismo, un adorador de sus ídolos (Cp. Eclesiastés 2:10,11; I de Reyes 11:1-22).
Elías y Jeremías se deprimieron, debido al peso de la presión de su servicio a Dios, y de la persecución de sus opositores (Cp. I de Reyes 19:1-18; Jeremías 20:7-18).
Por temor, Pedro negó al Señor, y de nuevo, por este mismo sentir, y deseando agradar a unos y a otros, se hizo un hipócrita, arrastrando en su simulación a Bernabé (Cp. Mateo 26:69-75; Gálatas 2:11-14).
Pablo luchaba en contra de un aguijón en su carne, el cual, si era de naturaleza física, emocional o espiritual, no se nos precisa, pero que ciertamente le punzaba, haciéndole, como un polo a tierra, recordar su humanidad, para que no se envaneciera en la grandeza de las revelaciones que recibía del Señor (Cp. II de Corintios 12:1-13).
Como estos importantes personajes que se cayeron y se levantaron, tú y yo, le hemos rendido nuestras vidas al Señor, e iremos progresando en nuestro proceso de superación espiritual, con errores y caídas, de las cuales siempre nos deberemos levantar, para seguir adelante, confiando en la gracia de nuestro Dios, quien inmerecidamente de nuestra parte, por su amor y misericordia, nos ha otorgado el don impagable de nuestra salvación.
Sobre el poder que un hombre imperfecto, pero entregado al Señor, encontró en la oración, la Palabra de Dios nos dice:
«Elías era tan humano como cualquiera de nosotros; sin embargo, cuando oró con fervor para que no cayera lluvia, ¡no llovió durante tres años y medio! Más tarde, cuando volvió a orar, el cielo envió lluvia, y la tierra comenzó a dar cosechas». (Santiago 5:17,18).
Conscientes de nuestra humana debilidad, sigamos adelante, y en medio de nuestras luchas, en oración humilde y constante, busquemos el poder de Dios, quien nos ama, comprende y fortalece.
Oremos:
Nuestro amoroso y perfecto Padre Dios, Santo y puro Señor, aunque nos reconocemos falibles e imperfectos, indignos de ti y propensos al error, jamás renunciaremos a procurar nuestra superación espiritual, ¡gracias!, oh, Santísimo Dios, porque pese a nuestras flaquezas actuales, hemos podido avanzar, dejando algunas otras atrás; bendito Señor, misericordioso, justo y verdadero, entendemos, reconocemos y aceptamos nuestra humanidad, y te rogamos que nos ayudes a imitar la conducta recta de nuestro Salvador, el ser Divino y humano ideal al que nos queremos parecer. En el precioso nombre de Jesús, amén.