TOMADOS DE SU MANO
Por: Carlos Ardila.
Puedo recordar algunos de los mitos y leyendas de mi región natal, que con sus historias de terror, nos espantaban a los chicos, y nos llenaban de autosugestiones que nos generaban temores infundados.
De niño, la sola certeza de estar con alguien más en casa, en medio del extenso bosque, especialmente en las noches, aunque fuese a una cierta distancia, a mí por lo menos, aunque sé que a otros más también, me brindaba una cierta sensación de acompañamiento liberador del terror que sentía cuando me hallaba completamente solo.
¿Qué niño no sintió seguridad y alivio, cuando atemorizado por algo, fue tomado de la mano por su padre?, ¿o se pasó a la cama de sus padres, aterrorizado por alguna fea pesadilla que había tenido, o debido a una supuesta presencia fantasmal o maligna?
La Palabra de Dios nos dice:
«Pues yo te sostengo de tu mano derecha:
yo, el Señor tu Dios.
Y te digo:
No tengas miedo, aquí estoy para ayudarte» (Isaías 41:13).
Aunque, por supuesto, ya hoy no me acompañan los temores infantiles, derivados de la autosugestión que nos generaban a los chicos algunos mitos e historias populares de terror, otras situaciones, que si no estuviera yo con el Señor, me harían estar inquieto, turbado y temeroso, son las que llenan de desconfianza y de temor a quienes viven sin Él, a saber, de entre otras muchas más:
¿Qué comeré o qué vestiré? (Cp. Mateo 6:25-34).
La violencia y la inseguridad en los campos y en las calles (Cp. Salmos 34:7; 23:4).
El daño que les pudiera suceder, debido a la acción y al supuesto poder de los brujos y hechiceros (Cp. Salmos 91:1-16).
El futuro (Cp. Santiago 4:13-16; Isaías 41:10).
La soledad (Cp. Josué 1:9; Salmo 27:10).
El fracaso (Cp. Proverbios 16:3; Eclesiastés 9:10a).
El rechazo (Cp. Juan 6:37; Romanos 5:8).
La muerte (Cp. I de Corintios 15:54,55; Juan 11:25; Filipenses 3:20,21).
¡Qué maravilloso es vivir y andar tomados de la mano del Señor! ¡Cómo niños en el regazo de sus padres, libres del temor y seguros en su presencia!
Desde el gozo de nuestra experiencia personal con el Señor, nuestro Salvador, protector y proveedor, quien siempre nos ayuda, animemos a quienes viven en temor, a venir a sus brazos, para que, liberados por Él, como niños inocentes en el regazo de sus padres, puedan vivir seguros y confiados.
Oremos:
Maravilloso y bondadoso Dios de amor, exaltamos tu precioso nombre, te contemplamos en la hermosura de tu Santidad, y nos regocijamos en tu presencia, ante la cual hoy nos acercamos para expresar nuestra gratitud, por cuanto, al amparo de tu protección, podemos vivir confiados y seguros, y libres del temor, ir en pos de nuestro galardón en el cielo, al que deseamos ascender para servirte y honrarte eternamente. En el dulce nombre de Jesús, amén.