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martes, 24 de septiembre de 2024

RUTINA / DEVOCIONAL

 

RUTINA

 Por: Carlos Ardila. 

 

 

Por costumbre, los seres humanos en general, nos hacemos de hábitos que de un modo autoprogramado, nos conducen a llevar a cabo ciertas acciones, es así que desayunamos a una hora previamente determinada, nos encontramos con nuestros amigos en ocasiones, y en horarios anticipadamente definidos, para realizar en su compañía algunas actividades con antelación acordadas, y cada día, después de nuestras necesarias rutinas de limpieza, salimos a tiempo para ir en dirección de un lugar específico, entre otras cosas más que constituyen nuestra práctica diaria.

 

 

En esta oportunidad deseo animarte a reflexionar acerca de nuestra relación con el Señor, para la cual, es preciso que prefijemos en nuestras mentes, algunos hábitos que reflejados en acciones concretas, y debido a su realización constante, nos programen para el desarrollo diario de rutinas espirituales que redunden en la profundización de nuestra comunión con Él, a saber, entre algunos de ellos, los siguientes:

 

 

La lectura regular de su Palabra, en un horario fijo del día o de la noche, bien sea en soledad o con alguien más, nuestro breve devocional personal matutino, acompañado de la oración antes de salir de casa, elevar una corta plegaria en gratitud a Dios por el día, los alimentos, la salud, el trabajo y demás bendiciones, y disponer con anticipación el tiempo que debemos dedicar para participar en las reuniones de la iglesia, durante el transcurso de cada semana (Cp. Marcos 1:35; Lucas 4:16; I de Tesalonicenses 5:16).

 

 

Así como le asignamos algo de tiempo a cada una de las cuestiones vinculadas a nuestro cuidado personal, el estudio y el trabajo, a las relaciones interpersonales y a las actividades recreativas, todas ellas, parte de nuestras costumbres, aún con mayor atención, tengamos siempre presente al Señor en nuestra rutina cotidiana.

 

 

Con relación al hábito de la oración del profeta Daniel, aplicable a nuestra vida devocional, la Palabra de Dios nos dice:

 

 

«Sin embargo, cuando Daniel oyó que se había firmado la ley, fue a su casa y se arrodilló como de costumbre en la habitación de la planta alta, con las ventanas abiertas que se orientaban hacia Jerusalén. Oraba tres veces al día, tal como siempre lo había hecho, dando gracias a su Dios» (Daniel 6:10).

 

 

Oremos:

 

 

Bendito, perfecto y misericordioso Padre Dios, nos regocijamos en ti, y en nuestra relación personal contigo, y a fin de perfeccionar nuestro vínculo espiritual, nos proponemos meditar a diario en tu Palabra, y pasar tiempo de calidad a solas contigo en la oración, te pedimos, oh, Señor, que nos llenes de tu presencia, de tu amor y de tu poder, de un modo tal que, por medio de una rutina santa, nos habituemos a entregarte nuestros días, a encomendarte nuestro camino, y a considerar tu consejo, ilumina nuestras mentes, oh, Señor, fortalece nuestra fe, haz de nosotros las personas que queremos ser, y moldea nuestros corazones, haciéndolos de acuerdo al tuyo. En el nombre de Jesús, amén.