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viernes, 24 de noviembre de 2023

¿ES SEPARARME LO MEJOR?

 


Reflexión.

 Por:

Carlos Ardila

 

Son muchas y muy frecuentes las preguntas que respecto al divorcio y las segundas nupcias recibimos quienes enseñamos la Palabra del Señor, y desde luego, siempre queremos poder exponer de manera correcta este tan importante como crucial tema que puede afectar de forma directa el más aún esencial asunto que debemos considerar antes que cualquiera otro en general, nuestra salvación.

 

Por supuesto, ante esta inquietud, citamos los textos de rigor y esperamos que todo quede claro en las mentes de nuestros aconsejados; sin embargo, suele ser tristemente decepcionante la atención que algunos de ellos concentran principalmente en la posibilidad de su justificación si acaso decidieran separarse; ahora, no es mi intención en la presente reflexión, referirme al tema del divorcio y las segundas nupcias, al cual, de ser preciso y seguro lo será, dedicaré el tiempo y el espacio necesarios en otra oportunidad, sino más bien, hacer un énfasis especial en el punto que dentro del tema suelen pasar por alto los corazones heridos, decepcionados y enojados que optan por separarse, la visión de censura del Señor respecto al repudio, el cual Él aborrece (Malaquías 2:16).

 

Naturalmente, siempre es grato exponer la Palabra del Señor, son amenas las charlas prematrimoniales, aquellas que preceden al matrimonio y aportan elementos espirituales esenciales para su feliz conservación y afortunadamente hoy son muchos quienes las procuran, son también de gran gozo las noticias de restauración familiar que escuchamos, desde luego siempre esperamos más de esto último en vez de las tristes decisiones de divorcio ahora tan común como frecuente.

 

Dos interesantes preguntas que plantear al abordar el tema del divorcio con quienes nos interrogan acerca de este son: ¿Cómo hemos llegado al punto del aparente no retorno en nuestra relación? ¿En qué he o hemos fallado?

 

 Lamentablemente, algunos seres humanos suelen partir del presupuesto de los errores ajenos y poco o nada acostumbran pensar en los propios o en la incidencia de sus acciones y actitudes, en las reacciones que en respuesta a ellas dan las personas con las que interactúan; así en la mayoría de las relaciones que fracasan, resultan ser las responsabilidades de tal fracaso atribuidas por uno de los cónyuges al otro, desconociendo por su parte cualquier posibilidad de reflexión acerca de las propias.

 

Ahora, si es tu caso y has entrado a esta página buscando información respecto a alguna razón bíblica por la cual separarte, antes de proseguir con tal decisión, piensa por un instante, ¿hay algo qué pueda yo hacer para salvar mi matrimonio? De hecho, ¿he estado haciendo algo por salvarlo? ¿Qué es aquello qué he desatendido en mi relación? (Efesios 5:21-31: I de Pedro 3:1-7; Colosenses 3:18,19; I de Corintios 7:3) ¿He dado la suficiente atención a mi cónyuge, a mi familia, a mis deberes? ¿Han sido mi carácter, acciones y actitudes en parte las causantes de nuestros problemas? ¿He sido lo suficientemente responsable, respetuoso, paciente, comprensivo y amoroso que debo? (I de Corintios 13:4-7) ¿He estado viviendo, inmerso en el egoísmo, el orgullo y el rencor, o ha estado mi corazón humildemente dispuesto al perdón? (Mateo 6:14,15) ¿Es realmente esta la mejor decisión? ¿En qué afecta ella a los demás miembros de mi familia? ¿Se relaciona tal decisión con mi propia salvación y la de mi cónyuge? ¿Pone esta en riesgo el bienestar material, emocional y espiritual de mis hijos? ¿Es esta la voluntad del Señor? (Mateo 19:5,6).

 

Piensa, reconsidera tu decisión, dobla tu corazón y vuélcalo en oración ante el Señor, ¡salva tu relación!