Una respuesta.Por:
Carlos Ardila
¿Milagros? ¿Obran Sanidades Milagrosas Los Hombres Hoy? ¿Qué es esto que vemos como una práctica regular en los cultos de sanidades? Una Respuesta
Gracias por tan importante pregunta, misma que suscita gran interés a la vez que debate en círculos religiosos, y que requiere de una respuesta que vaya más
allá de un tan solo sí o no, veamos:
En comienzo, a tal cuestión de manera tan enfática como directa, la respuesta es NO, absoluta, definitivamente NO.
_ ¡Oh, qué dice!_
Seguramente exclamarán algunos bien intencionados y honestos creyentes, preguntando; ahora, ¿qué no nos dice la Biblia, que fueron tantísimos los milagros
obrados por el Señor, sus apóstoles, los profetas antes de ellos, e inclusive por Dios mismo a través de algunos otros individuos más dotados por Él para ello? Pregunta a la que bien debemos
responder: Por supuesto que sí ante la fuerza misma de la evidencia bíblica a este respecto.
Volvamos a los términos de la pregunta inicial, ¿obran sanidades milagrosas los hombres hoy? Si bien en el pasado fueron obradas muchas señales milagrosas por
Jesús y sus apóstoles, no puede ser afirmado que efectivamente hoy hombre alguno esté dotado por Dios para obrar sanidades milagrosas, de hecho, no están en vigencia hoy los dones sobrenaturales
temporales del Espíritu dados por Dios a algunos individuos a fin de a través de tales obras confirmar la palabra por ellos hablada como proveniente de Él (Hebreos 2:4; Marcos 16:20).
Espere un momento, quizás dirá alguien, ¿está usted diciendo que no obra el Señor milagros hoy? A lo que, por supuesto, enfáticamente he de
responder NO ES TAL COSA LA QUE ESTOY AFIRMANDO, más bien, con base en las Escrituras, sostengo que Dios obra sanidades, siempre que las quiera realizar
en todo tiempo; sin embargo, en el tiempo presente Él no las obra a través de individuos imponiendo sus manos sobre otros, sino en respuesta a las oraciones de fe que le sean dirigidas, no solo por los enfermos
mismos, sino además en respuesta las oraciones de fe de terceros.
Para explicar de manera más detallada esta cuestión, concentrémonos en el propósito, así como en la vigencia o la duración de los dones
milagrosos sobrenaturales concedidos por el Espíritu Santo a algunos individuos durante el trascurso de primer siglo, veamos:
En primer lugar, ¿cuál fue el propósito de los milagros realizados no solo por el Señor, sino posteriormente por sus apóstoles y otros individuos
dotados por el Espíritu?
Pregunta a la que debemos responder: Confirmar la Palabra a fin de hacer surgir fe en los incrédulos a través de las evidencias del poder de Dios por medio del cual
ellos hablaban (Juan 3:2; 5:36; 10:25,26, 37,38; Hebreos 2:4; Marcos 16:20). Fue el Señor Jesús mismo quien en respuesta al inquieto Juan el Bautista, entonces prisionero, respondió al serle enviados por
este, mensajeros a Él, preguntándole: «¿Eres tú el que ha de venir (el Mesías), o esperamos a otro? Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos reciben la
vista, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio. Y bienaventurado es el que no se escandaliza de mí» (Lucas 7:19-23).
En este orden, el Señor estaba diciendo a Juan, las obras del Mesías son justamente las que estoy haciendo, antes tales evidencias, el pueblo bien debería reconocerle a Él como al Mesías
esperado, de hecho, al dar inicio a su ministerio, fue el Señor quien afirmó respecto de sí mismo y de las obras por medio de las cuales habría de ser identificado como el Cristo citando al profeta
Isaías:
«Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo[a] entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17 Y se le
dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
A predicar el año agradable del Señor.
Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta
Escritura delante de vosotros» (Lucas 4:16-21).
Respecto a la vigencia o a la duración de los dones milagrosos o sobrenaturales del Espíritu Santo, fue el apóstol Pablo quien dijo:
«El amor nunca deja de ser; pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará. Porque en parte
conocemos, y en parte profetizamos; pero cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará» (I de Corintios 13:8-10).
Detengámonos por un momento, en estas palabras, ¿había entonces dones milagrosos o sobrenaturales de Espíritu Santo en la Iglesia, incluido el don de sanidad?
Por supuesto que sí, ¿cesarían tales dones milagrosos o sobrenaturales del Espíritu Santo en el futuro? Naturalmente que sí, el texto mismo lo dice, ¿qué era lo que en parte conocían
y en parte profetizaban los apóstoles? Ya antes habían recibido Palabra del Señor, más aún entonces continuaban recibiendo revelaciones suyas hasta que fuese concluida tal revelación
para la escritura completa del texto del Nuevo Testamento como el legado del conocimiento y de la voluntad de Dios para nosotros, ¿qué es entonces lo perfecto a lo que se refiere el apóstol Pablo, aquello
que al llegar daría término a la vigencia de los dones milagrosos o sobrenaturales del Espíritu? La revelación completa del texto del Nuevo Testamento; ahora, muchos sostienen que lo perfecto a
lo cual el apóstol Pablo se refería entonces, es el Señor mismo y que, por tanto, los dones milagrosos o sobrenaturales del Espíritu Santo concedidos por Dios a algunos individuos solo cesarán
en su venida, ante lo cual es necesario precisar que el artículo neutro lo usado en el texto en cuestión hace referencia a un algo en lugar de a un alguien, es decir, se refiere a un algo en vez de a una persona
en particular.
Puesto que en el tiempo presente contamos con la revelación completa de Dios para nosotros en el texto del Nuevo Testamento ya concluido y que el propósito de los milagros
realizados tanto por el Señor como por sus apóstoles fue el de confirmar la autenticidad de la Palabra y del poder por medio del cual ellos hablaban (Juan 3:2; 5:36; 10:25,26, 37,38; Hebreos 2:4; Marcos 16:20),
no requerimos los cristianos de más evidencias respecto de la divinidad del Señor que las que ya los testigos presenciales de su obra redentora nos han aportado a través de las Escrituras, a este respecto
fue el apóstol Juan quien nos dijo:
«Y muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro; pero estas se han escrito
para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, al creer, tengáis vida en su nombre» (Juan 20:30,31).
Bien, algunos dirán: ¿Duda usted de las Escrituras, las niega o las ignora? No dicen ellas en Marcos 16:17 y 18, lo siguiente:
«Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes;
y si beben algo venenoso, no les hará daño; además pondrán las manos sobre los enfermos, y estos sanarán» (Marcos 16: 17,18).
Pregunta o insinuación a la que enfáticamente una vez más digo NO, analicemos detenidamente el pasaje aplicando una norma elemental de interpretación
para preguntarnos ¿quién habla en este pasaje? Evidentemente, el Señor Jesús resucitado, ahora, ¿a quién habla en el texto el Señor? A los once, es decir, a sus apóstoles,
entre los que ya no estaba Judas Iscariote, note lo expresado por los versículos 14,19 y 20 del mismo capítulo: Más tarde, Jesús se apareció a los once. Después de hablarles, el Señor
Jesús fue levantado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos salieron a anunciar el mensaje por todas partes; y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje, acompañándolo con señales
milagrosas.
Una vez más notemos lo que dice el texto: Jesús habló a los once (versículo 14) les informó de las señales que seguirían a los que
creyeran en su nombre (versículos 17,18), aún se refiere a sus apóstoles, recuérdese que les acababa de reprender por su incredulidad al no creer a la palabra de quienes les dijeron que el Señor
había resucitado (Versículo 14), les comisionó a predicar el evangelio (versículo 16), el Señor fue levantado al cielo (versículo 19), y ELLOS, LOS ONCE salieron a anunciar el mensaje
acompañándoles el Señor con señales milagrosas que confirmaban sus palabras.
Perfecto dirá alguien, absolutamente de acuerdo con lo anterior respecto a Marcos 16:14 – 20, pero ¿No impusieron los apóstoles las manos a otros individuos
para dotarles de tales dones milagrosos sobrenaturales? Pregunta a la cual por supuesto he de responder sí; sin embargo, notemos lo siguiente remitiéndonos al testimonio de las Escrituras en libro de los Hechos
de los apóstoles 8:9-25 para analizar de que manera funcionaba tal imposición de las manos para la transmisión de los dones milagrosos o sobrenaturales del Espíritu.
¿Qué tenemos en el texto? Había en Samaria un hombre de nombre Simón, antes mago, quien creyó al testimonio de Felipe respecto del Señor y
fue bautizado, este impresionado por las señales milagrosas que observaba, quiso comprar por dinero a Pedro el poder del Espíritu Santo, actitud tal ante la cual por supuesto fue reprendido por el apóstol,
ahora, ¿cuál fue la razón por la cual Simón se dirigió al apóstol Pedro en vez de a Felipe para tratar de comprar los dones milagrosos o sobrenaturales del Espíritu Santo? Cuestión
a la que bien he de responder: Según el testimonio de las Escrituras, tal poder solo podía ser impartido por los apóstoles del Señor y no así por quienes habían recibido de ellos la
imposición de las manos apostólicas, de manera tal que la transmisión de dichos dones no ha perdurado como una gran cadena en el tiempo, sino que cesó con la muerte del último de los apóstoles
del Señor.
Entonces, ¿qué es lo que vemos como una práctica regular en los cultos de sanidades realizados de manera frecuente en algunos círculos religiosos? ¿Algo
del Señor? ¿Un engaño? ¿A manera de grandes espectáculos, unas farsas comerciales en la intención de estafar a los creyentes? Pregunta ante la cual he de decir no ser quién para
juzgar las intenciones del corazón del hombre; ahora que, respecto a tal cuestión, por supuesto, he de señalar jamás haber sabido de milagros o de sanidades exitosas “reales” más
allá de las simples migrañas y de las patologías del tipo sicosomático, obradas mediante la activación por autosugestión de los poderes curativos naturales del organismo humano al
asistir a tales eventos.
A fin de ayudarle a obtener sus propias conclusiones sobre este particular, en lugar de ser yo quien juzgue sobre la honestidad de quienes seguramente en la mayoría de los
casos piensan de corazón limpio aunque equivocado, estar en la posesión de dones milagrosos o sobrenaturales del Espíritu, le recomiendo considerar lo siguiente comparándolo con lo que observa en
un cierto sector del mundo religioso actual:
1. Las sanidades en quienes fueron tratados por el Señor o sus apóstoles fueron instantáneas (Mateo 8:3,15; 9:27-30; 10:52).
2. En los milagros realizados por el Señor y sus apóstoles no siempre fue necesaria la fe de la persona que fue sanada, sino que actúo la fe de un tercero; ante
el fracaso al intentar sanar enfermedades tan graves como reales, individuos que pretenden, seguramente bien intencionadamente poseer dones milagrosos o sobrenaturales del Espíritu dicen estar imposibilitados para obrar
un milagro por ser incrédulo el enfermo o por estar presentes los incrédulos o escépticos en medio del culto de sanidad (Juan 5:13).
3. Algunos de los sanados ni siquiera estaban presentes, para los cultos de sanidades hoy es precisada la presencia de los enfermos (Mateo 8:5-13).
4. Algunos de los milagros realizados por el Señor y sus apóstoles fueron practicados sobre personas conocidas e identificadas por el pueblo como enfermos graves, reales
reconocidos en lugar de ser, como suele suceder en los cultos de sanidades modernas, personajes anónimos venidos desde miles de kilómetros de distancia y desconocidos de todos los presentes (Juan 9:1-34; Hechos
3:16).
5. El Señor Jesús y sus apóstoles realizaron resurrecciones públicas, los personajes resucitados eran reconocidos por el pueblo; si hoy poseyesen algunos
individuos dones milagrosos del Espíritu, ¿no realizarían tales acciones? (Juan 11:38-44; Hechos 9:36-42; 20:9,10).
6. ¿Podrían beber algo mortífero los individuos que aseguran poseer dones milagrosos o sobrenaturales del Espíritu? ¿Tomarían serpientes venenosas
en sus manos y se expondrían a sus mordeduras? (Marcos 16:17,18). ¡No deberíamos tentar al Señor, responden estos individuos ante tal observación!
7. Muchos escépticos e irónicos opositores de la verdad se hacen presentes en los servicios religiosos e inclusive actúan de manera desconsiderada interrumpiendo
las disertaciones de los predicadores, si poseyesen ellos dones milagrosos o sobrenaturales de Espíritu ¿podrían herir de ceguera o castigar de alguna forma a quienes asumen tal actitud? (Hechos 13:6-12).
8. Sin ser la siguiente una infame ironía, piense usted por un momento: Existiendo tanto dolor como el que existe en el mundo a causa de la enfermedad y de la muerte, ¿por
qué en lugar de convocar a las gentes a cultos de sanidades y de milagros, los supuestos poseedores de tan extraordinarios dones no van a los sanatorios y a las funerarias para sanar y resucitar a las gentes? ¿Convocaba
el Señor a las gentes a cultos de sanidades? ¿Qué más bien no actuaba de manera espontánea y misericordiosa con los enfermos que hallaba en su camino, sin que estos siquiera le pidieran ser
sanados? (Juan 5:5-9).
En síntesis, Dios si obra milagros hoy, lo hace cada día de manera poderosa y generosa en respuesta a la oración de fe de los creyentes en favor de sí
mismos o de terceros, los dones milagrosos o sobrenaturales del Espíritu Santo fueron por supuesto reales aunque temporales y tenían por objeto crear fe en los incrédulos a la vez que eran el medio a través
del cual Dios confirmaba la Palabra hablada por sus ministros, en el tiempo presente, algunos individuos seguramente bien intencionados y honestos, aunque equivocados, pretender poseer dones milagrosos o sobrenaturales del
Espíritu; no obstante, la evidencia misma de sus fracasos claramente demuestra no ser esta más que tan solo una falsa pretensión.